lunes, 28 de noviembre de 2016

HOSTAL BONAVISTA (PAIPORTA) 25 de noviembre de 2016

El bien entrado otoño va dejando cada mañana su tapiz de hojas muertas sobre las calles de la ciudad levantina, a pesar del esfuerzo del servicio de limpieza por hacerlas desaparecer antes de que los primeros invasores de las aceras, las encuentren en la hora punta de su inicio de jornada. Una fresca mañana en la que el tema del día: en las cafeterías, en los supermercados, en las oficinas… es el entierro en el día anterior de Rita Barberá, controvertido personaje, de la política local y nacional, que durante tantos años gobernó en la Ciudad. Las luces y las sombras de su figura, estaban representadas en el aspecto meteorológico que ofrecía la mañana; estratos de nubes ascendentes que tenuemente ocultaban los rayos de sol en la alborada. No obstante, poco a poco, el cielo se fue despejando, y justo a la hora del encuentro de Los Dalton Buidaolles, - como cada viernes en el patio del Instituto - alumbraba un sol radiante con una temperatura en ascenso, similar a las registradas en septiembre y octubre.
Hoy deciden visitar la localidad de Paiporta, un municipio de “La Huerta Sur”, aunque aquí el sector primario poco aporta a su economía, pues la misma se asienta en la industria y en los servicios, sectores en los que  se encuentra ocupada la mayoría de la población activa. Sin embargo, toda la superficie de su término no urbanizable permanece labrada, con un sistema de regadío tan antiguo como el del resto de La Huerta Sur.
Paiporta es una localidad de 24.800 habitantes que se encuentra al sur, a cinco kilómetros de la Capital. Su orografía es prácticamente llana y está dividida la ciudad por un curso fluvial estacional, denominado “Barranco de Chiva o Barranco de Torrent”. Dicha rambla – entre el Júcar y el Turia – como paradigma del endorreísmo, vierte sus aguas a la Albufera, y no al mar. Cuando los fenómenos de gota fría descargan de forma abrupta sobre la costa levantina, este cauce recoge el agua de las ramblas de Chiva y Cheste, además de las precipitaciones de los municipios – Picaña, Masanassa y Catarroja – por los que transcurre. Es entonces cuando deja de ser un río seco para convertirse en un caudal que, a veces, se desborda.
El nombre actual de la ciudad, nada tiene que ver con el originario, pues éste era “San Jorge”. Supuestamente, porque su fundación se remonta a la conquista de Valencia por Jaime I, los primeros pobladores de las alquerías debieron ser cristianos. La toponimia del nombre de Paiporta nos dice que es una palabra que procede del latín “Prope hortam”, cuyo significado es: “cerca de la huerta”. De su evolución fonética se desprende la derivación en “Proihorta” que a su vez se derivó en “Proiporta”, cuya acepción del árabe la convierte en “Paiporta”.
En cuanto a su monumento histórico más representativo, ha de hacerse mención a la iglesia parroquial, construida en 1754 con un estilo entre el barroco y el neoclásico, está dedicada a San Jorge Mártir.





A la entrada de Paiporta, llegando desde la Capital; en la calle Valencia, 25, está el Hostal Bonavista, que, además de alojamiento y restaurante, ofrece a su matutina clientela unos suculentos almuerzos, con un asador en el que sus carnes a la brasa atraen por ese olor característico y son el principal reclamo para el viandante.
La característica de este local reside en que, a diferencia de otros, en este establecimiento existe un sistema de self-service: se pide en la barra el bocadillo o la ración a elegir entre una gran variedad de productos, y lo recoge el propio cliente a través de una ventana que comunica el bar con la cocina. Un sistema eficiente que ahorra mano de obra, pero que precisa de mejor organización, puesto que una sola persona cocinando y entregando las comandas, es insuficiente para atender al gran número de clientes que, en su amplia mayoría, han de almorzar en quince o veinte minutos.
No obstante, el producto que se ofrece en Hostal Bonavista es de gran calidad, eliminándose por este proceso de asado una gran parte de las grasas. Un buen bocadillo de chorizo, morcilla y panceta; una bomba calórica en sartén o freidora, hecho a la brasa, entra bien y sienta mejor.







Una semana más, Los Dalton Buidaolles combinan esa sana tradición de comer fuerte a media mañana, con la no menos sana costumbre de la tertulia, acompañada del habitual café y esta vez también, por gentileza de la casa, un chupito de licor de melón, eso sí, sin alcohol, pues la jornada laboral continúa aún. Los debates sociopolíticos, la última anécdota de algún acontecimiento ocurrido en el entorno profesional y cualquier chascarrillo o chiste, sirven para pasar un rato ameno y agradable, donde la risoterapia fortalece el estado de ánimo y carga las pilas con ese generador de energía que se llama felicidad.

José González Fernández
BAR TAPERÍA LA FUENTE (AVENIDA DE LA PLATA)
 18 de noviembre de 2016
            La escapada de hoy se realiza a pie, siguiendo la carrera de La Font de Sant Lluis hasta llegar a la Avenida de La Plata. Paralelas a la vía del tren, y hasta el cauce viejo del río Turia, parten desde antiguo un importante número de carreras, que hoy están conformadas en calles y avenidas: Malilla, La Font de Sant Lluis, En Corts, carrera del Riu - también llamada de Montolivete- … La avenida de La Plata es perpendicular a todas ellas, atravesándolas en alguno de sus tramos. A finales del siglo XIX, junto con Ruzafa, se integraron todas en la ciudad de Valencia. Hasta los años cincuenta, algunas de estas carreras contaban con casas de dos alturas, a lo sumo, y alquerías, siendo sus residentes, comerciantes  de ultramarinos, trabajadores del campo y, en general, procedentes de clase humilde y trabajadora. También existía alguna pequeña industria metalúrgica y del mueble. La invasión constructora ha dado lugar a que los edificios de hasta diez o quince plantas hanyan transformado el paisaje rural, siendo absorvido por la gran ciudad. Todo ello, unido a la pedanía de La Punta, es lo que se conoce como el distrito de Quatre Carreres.
            ¿Pero, por qué se le llama avenida de La Plata a una vía que durante muchos años se ha considerado un suburbio, una zona marginal de la periferia?
            Su nombre se lo debe a Erminia Belloch, una mujer de negocios, adelantada a su tiempo, que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX. Gracias a unos ahorrillos de su padre, se convirtió en prestamista, combrando unos intereses muy elevados por su actividad bancaria, lo cual le permitió acrecentar su fortuna e invertir en diversos inmuebles y huertas de la zona.También acumulaba las joyas y metales preciosos que la gente empeñaba. El oro no era un metal corriente en aquella zona de gente humilde, pero sí la plata, por lo que fue “La Casa de la Plata”, - propiedad de Erminia – lo que dio nombre a la avenida. También a ella se le conocía como “La señora de la Plata”. Fue ella misma quien transformó las viejas barracas en alquerías y asfaltó el camino que llevaba hasta carrera En Corts.
            A Herminia se le conocía como una persona tacaña y que controlaba mucho su dinero, propio de toda usurera. Sin embargo, a su muerte en los años veinte, su hija, también llamada Herminia,  dilapidó  toda su fortuna en menos tiempo que a ella le había costado atesorarla, siendo víctima de otros prestamistas colegas de su progenitora. Sin embargo, la construcción del cuartel de Zapadores, en la carrera de En Corts, por orden del General Primo de Rivera, supuso su salvación económica. Vislumbró aquí su futuro; pues tantos hombres juntos, tan alejados de la ciudad, precisaban de un servicio de atención femenina, el cual ella les procuró en su propia casa. Así se creó el primer burdel popular de l’Horta. El escándalo entre la  vecindad rural fue clamoroso, pero el éxito que tuvo entre oficiales y tropa, apagó todo tipo de protestas. Los oficiales, desde una terraza, tomaban café y vigilaban desde lejos el prostíbulo. Justo al lado del cuartel estaba – y aún hoy sigue allí – “Casa Clementillo”, donde los soldados almorzaban. Desde allí iban a solazarse, y desahogar así su continencia de testosterona, a “La Casa de la Plata”, donde Erminia seleccionaba a las mejores muchachas, expertas en placeres de alcoba. Así fue hasta la Segunda República, cuando la propietaria murió debido a excesos con el alcohol y a otras sustancias que empezaban a popularizarse por entonces.
          
  La avenida de La Plata, por tanto, es hija del sexo y del dinero, aunque en la actualidad sus ciudadanos siguen perteneciendo, en su inmensa mayoría, a la clase trabajadora; a todos aquellos que les suena el despertador a las siete de la mañana para iniciar su jornada laboral.



            Intentando revivir aquellos momentos de esparcimiento de los servidores de la patria, los Dalton Buidaolles vuelven al lugar, aunque no exactamete a “Casa Clementillo”, sí al bar “Tapería La Fuente”, un local sito en el número 41 de la propia avenida, que tiene en común con el anterior el hecho de que también está frente a un acuartelamiento, pero en este caso se trata de la Base Central del Cuerpo de Bomberos de Valencia, quienes son sus clientes habituales. No obstante, el único momento epicúreo de goce y distrufe de los Buidaolles, es el que proporciona el almuerzo; ese placer de llenar la panza y transgredir las prescripciones médicas, - pues no en vano alguno de ellos es también discípulo de Hipócrates y Galeno –  Por lo tanto, los placeres de la carne, para ellos, sólo se limita a la de cerdo, ternera o caballo. Lejos quedan de sus pretensiones los deleites onerosos que, en algunos antros de la zona, todavía se siguen ofreciendo.



               El bar  “Tapería La Fuente” ofrece ese otro tipo de goces que se pueden condensar en un buen bocata de calamares con all i olli y una fría cerveza.
Un establecimiento, como muchos otros en la misma avenida, de buen servicio al cliente, tanto en el interior como en su terraza, con una decoración en la que destaca la sensualidad de  unos labios de mujer que intentan transportar al visitante a otra época, una boca seductora capaz de causar algún que otro incendio imaginario, - sin importarle que su clientela más frecuente proceda   del cuerpo de bomberos -transmitiendo esa calidez de establecimiento pequeño pero acogedor, que contrasta con alguno centenario de la zona, como es el caso de “Casa Clementillo” que en otro momento será objeto de Visita-Dalton.
            La avenida de La Plata: desde Malilla – perpendicular a Ausias March -    hasta Montolivete, con casi kilómetro y medio de longuitud, llega hasta la iglesia que alberga el icono bizantino de una virgen que, según la tradición oral, fue traída de Jerusalen por un soldado. Cuenta la leyenda que fue capturado durante una cruzada, por los musulmanes, y al huir de su cautiverio, encontró un lujoso salón con grandes tesoros.  - botín que los moros habían robado a los cristianos – Se llenó los bolsillos de joyas y oro, pero antes de saltar por la ventana, se arrepintió, y en su lugar decidió salvar el icono de la virgen. Se detuvo a dormir en el Monte de los Olivos y durante la noche se produjo el milagro. Unos ángeles arrancaron el olivo bajo el que dormía y le transportaron junto a él hasta la huerta de Ruzafa, donde despertó al día siguiente. Allí se levantó la hermita que aún existe hoy junto a la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
José González Fernández
           













BAR-RESTAURANTE SANT LOUIS (POLÍGONO VARA DE QUART) 
12 de noviembre de 2016  

Los polígonos industriales son un puntal importante en la economía de cualquier ciudad. El de Vara de Quart se encuentra al suroeste de la ciudad de Valencia y es el único que está dentro de la misma, rodeado de zonas residenciales tales como: la del propio barrio que le da el nombre al polígono, Sant Isidre, Tres Forques, Patraix, Faitanar y Chirivella. El llamarle polígono industrial no deja de ser una anécdota, pues poco o nada de industria queda en la zona, porque la que había se marchó a otros enclaves alejados del casco urbano. Por otra parte, existe una revisión del PGOU en la que se convierte en una zona de uso terciario. Sin embargo, la importancia de su actividad económica sigue existiendo, ya que en él se encuentran empresas tales como: El Diario Levante, una Inspección Técnica de Vehículos o la del grupo de lacteos Prado Cervera, posiblemente la única de carácter industrial de la zona.
 Parece ser que en el proyecto intencional del actual equipo regidor del consistorio municipal valenciano, se perfila la posibilidad de que siga existiendo como parque empresarial, pero con empresas del sertor de servicios y, sobre todo, aquellas que no coadyuven a la contaminación ambiental ni acústica.
En la calle Dels Gremits, 10, se encuentra el Restaurante Sant Louis, un local poligonero  con cierta estética, que ofrece lo que otros muchos, pero con una muy buena relación calidad-precio. Los Dalton Buidaolles se dejan caer en esta soleada, aunque ya fresquita mañana de San Viernes, por el concurrido lugar en el que, como en la mayoría de los ubicados en polígonos industriales o empresariales, se masca un ambiente de prisa y estrés; típico de la clientela que lo frecuenta, pues en su amplia mayoría son trabajadores que sólo disponen del oficial descanso para bocadillo.
 Los Buidaolles, además de llenar la panza, emplean este momento para la tertulia; unas veces de carácter profesional, pues sirve para intercambiar informaciones del devenir de la actividad educativa en el Centro; otras veces de carácter socio-político, ya que se establecen coloquios y debates sobre las últimas noticias y acontecimientos ocurridos en ámbitos tanto local, nacional o internacional. Allí lo mismo se habla de música, de historia, de deporte, de política…  En el grupo se pone de manifiesto la inexistencia de pensamiento único y, por consiguiente, la pluralidad ideológica y de opinión. Los animados debates suelen llegar al final del bocadillo, a la espera del café y, en  esta mañana de noviembre, los temas a tratar ha sido diversos: Por una parte, uno de tipo socio-cultural: la muerte del cantante y poeta Leonard Cohen y la del miembro de la Real Académia de la Lengua Francisco Nieva. Por otra,   la sorprendente victoria en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos de Donald Trump.

En el restaurante Sant Louis se ofrecen desayunos, almuerzos, menú diario y comidas en grupo. Su buena organización hace que a cada cliente se le asigne una papeleta con un número, anotando en barra lo que cada cual ha pedido. Dicho sistema permite  llevar un control individual y evitar errores.
Los bocadillos de lomo con habas y los de lomo jamón y pimientos con all i olli, son los que más se consumen. Una barra de pan crujiente de cuarenta centímetros, no ofrece mucha resistencia a caninos e incisivos y mucho menos a molares. Por un momento, se hace el silencio, y es porque la camarera comienza a servir las suculentas viandas emparedadas y las bocas únicamente están ocupadas en deglutirlas.
Un día más, un viernes más, un hedonístico momento más, de un grupo de compañeros, y sin embargo amigos, que en su variedad de componentes, no siempre coinciden en todas las citas, debido a sus múltiples quehaceres. Tampoco siempre coinciden en su pesamiento político e ideológico ni en los temas de opinión, pero les une el respeto mútuo y su afición a las costumbres gastronómico-culturales de esta cálida y atractiva ciudad.  

José González Fernández
BAR CRISTÓBAL (LA PUNTA) Día 28 de octubre de 2016


La bruma matinal iba lentamente ascendiendo, dejando unas ligeras gotas pulverizadas en el poblado de La Punta. El nublado cielo sólo permitía que algunos rayos de sol se colaran de contrabando entre los cirros que a poca altura se empezaban a formar. Sin embargo, a las diez de la mañana la temperatura en esta parte de la ciudad era agradable, impropia para la época otoñal.
El Bar Cristóbal, único establecimiento de hostelería en toda la zona, es un local amplio y sobrio, con una decoración espartana y un mobiliario que refleja la austeridad de una pedanía, dependiente del distrito de Cuatre Carreres, que languidece ante los ataques del desarrollismo. La expansión del puerto, el ferrocarril, la autovía, la Ciudad de las Artes y las Ciencias… han encajonado, constreñido, crucificado y desmembrado el lugar, invadiendo un paisaje natural de huerta y alquerías que fue condenado a muerte a finales del siglo y que se comenzó a demoler  en el año 2002. Un importante número de monstruos mecánicos en forma de excavadoras, orugas y apisonadoras invadieron la pedanía, reduciendo a escombros las centenarias alquerías en una superficie superior a los 700.000 metros cuadrados. Todo ello, no sin oposición de los desahuciados propietarios de las mismas, quienes declararon la guerra a los “escuadrones buldócer” y a los agentes del orden público; subidos a los tejados de sus viviendas, bien pertrechados y provistos de munición vegetal, lanzando sus coles y tomates contra los enemigos invasores. No les quedaba otra alternativa ante tan demoledora acción que estaba acabando con sus propiedades, con su paisaje y con su identidad. Como diría un miembro de los Dalton cuando parafrasea una canción de Perales: “Me lo han robado todo”  
¿Y todo ello para qué?

En 1994, la Administración del Estado, la Generalitat, el Ayuntamiento de Valencia y la Autoridad Portuaria, se plantearon la necesidad de establecer una zona de actividades logísticas del puerto, creando la plataforma ZAL; lo cual codujo en 1999 a la modificación del Plan General de Ordenación Urbana de Valencia y en 2002 a la demolición de las construcciones expropiadas y a la urbanización de las parcelas destinadas a naves logísticas. Sin embargo, una década después, la modificación del Plan es anulada por el Tribunal Supremo, por carecer del preceptivo informe que exige la nueva Ley de Costas. Un defecto de forma que probablemente será subsanado y se podrán comercializar las parcelas en el espacio de asfalto vallado donde crece la hierba, retornado a su lugar de origen. 
¿Y qué ocurrió con los aguerridos vecinos, expropiados no sólo de su vivienda sino también de su entorno paisajístico?

Fueron reubicados en unas nuevas viviendas adosadas, construidas al efecto junto a la superficie vallada de la ZAL, viviendas que tuvieron que comprar e hipotecarse para ello, pues su precio ascendía a más del doble de la indemnización percibida por la expropiación.




A escasos metros de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el barrio, - dividido por la autovía de El Saler - permanece abandonado, concentrándose la mayor parte de la población y los escasos servicios, en la calle Jesús Morante Borrás, una vía de circulación en doble sentido cortada por el ferrocarril.  En ella se encuentran el  consultorio médico y la farmacia.  La propia vía separa también a dicha calle de la de Camino Punta al Mar, en la que se localiza la Iglesia de La Concepción, construida en 1903, con un estilo tradicional de iglesia valenciana de los siglos XVIII y XIX, con líneas barrocas. No deja de ser una ironía el nombre de la calle “Punta al Mar”, pues en su día, con toda probabilidad, esa calle desembocaría en el mar, sin embargo ahora, el ´horizonte que se divisa es el de las numerosas grúas del puerto.
En la actualidad los habitantes nacidos en la zona siguen manifestando su insatisfacción al ser testigos de cómo su entorno ha sido destruido, sin que ello haya supuesto una mejora en su economía, ya que después de quince años, la ZAL sigue sin existir.
No obstante, la gente dice que en La Punta se vive tranquilo; en un ambiente rural y a poca distancia de la ciudad, aunque la única línea de transporte pase cada cuarenta y cinco minutos. El Bar Cristóbal es un reflejo del buen estado de ánimo de la población, que, a pesar de todo,  sigue la tradición huertana del almuerzo, con gran afluencia de público entre las nueve y las once de la mañana. Un establecimiento que presenta una gran variedad de viandas y bocadillos entre los que podemos destacar el “blanco y negro”: morcilla y longaniza en combinación  con diversos componentes tales como berenjenas rebozadas, pimientos, all i olli, entre otros… toda una bomba calórica no recomendable para un almuerzo habitual, pero sí para ese único día de la semana en que nos queramos dar el merecido homenaje. Ese crujiente sonido de la berenjena rebozada, el sabor del diverso especiado del embutido… todo ello embadurnado con la salsa ajoaceite y aplastado entre el pan recién hecho, hace que se produzca en la caverna molar una explosión de sabores, capaz de transportar por un instante al comensal a un epicúreo estado, del que se retorna ante la necesidad de continuar con las tareas del día. Es el momento en el que se produce el silencio; ya no se habla de alumnos, de política o de futbol, pues las bocas están ocupadas y resulta inevitable ver cómo las comisuras de los labios se manchan con el grasiento bolo alimenticio. 


El Bar Cristóbal también ofrece otras opciones para quienes por estética o por salud tengan prohibidos esos placeres mundanos. Aquí podemos observar un combinado de pescado rebozado con habas, coliflor y tomate; todo ello muy sano y del agrado de alguno de los Dalton Buidaolles.





A las once de la mañana, la ligera brisa que llegaba del mar había dispersado las nubes y el sol lucía ya con cierta intensidad, elevando la poco común temperatura para esta fecha en el poblado de La Punta, donde sus habitantes permanecen en un letargo que dura más de una década, mientras la naturaleza salvaje sigue creciendo en la tierra que durante tantos años dio de comer a los valencianos, llegando a ser su principal fuente de riqueza. 


José González Fernández
 BODEGA LA PASCUALA (EL CABAÑAL) Día 14 de octubre de 2016

La visita de hoy sigue por el litoral, pero salvando el Puerto, - lugar al que prometen volver para almorzar en otro momento– se dirigen a El Cabañal-Cañamelar,  otro de los Poblados Marítimos.
Numerosos son los bares y restaurantes de este típico y a la vez polémico barrio, que permanece erguido y desafiante ante la amenaza de su demolición. Un núcleo de población que fue municipio independiente, durante sesenta años  en el siglo XIX, con el nombre de“El Pueblo Nuevo del Mar”, que estaba dividido en tres poblados: Cañamelar, El Cabañal y Punta de Francia. Un pueblo de tradición marinera cuyas cabañas, barracas y alquerías, - que formaban una retícula – se convirtieron en un lugar atractivo para los valencianos que deseaban vivir entre la playa y la ciudad. Sin embargo, los reiterados intentos de conectar a la burguesía con el mar, a través de la Avda. Blasco Ibáñez, han dado origen a numerosos proyectos urbanísticos que, desde 1897, se vienen abordando por los equipos de gobierno del Ayuntamiento de Valencia, sin llegar a su implementación, debido a la oposición y protesta de los movimientos ciudadanos dirigidos a salvar un pintoresco barrio; con sus anárquicos edificios, sus tradiciones y costumbres populares… en definitiva, con su diversidad cultural, la cual se ha ido acumulando a lo largo de siglos, en este lugar donde la brisa y el olor a mar se perciben desde el interior de sus casas o en las terrazas de las mismas. En la actualidad, El Cabañal – nombre más utilizado popularmente para designar a toda la barriada – ocupa una extensión superior a un kilómetro cuadrado. En sus construcciones se refleja la decadencia de una zona de Valencia que muere lentamente, cual Venecia levantina, por inanición, o, mejor dicho, por la falta de acción de los gobiernos y las prohibiciones a las reformas y mejoras estructurales.
La visita de Los Dalton Buidaolles toca hoy a uno de los establecimientos más populares e históricos de Valencia, especializado en almuerzos. No en vano es a lo único que se dedica, con un horario de apertura entre las 9 y las 15 horas.  En carrer d’Eugènia Viñes, 177, “Bodega La Pascuala” se encuentra a 150 metros de la playa de “El Cabañal”,  pudiendo acceder al mismo a través de todos los medios de transporte urbano, incluido ese “Tranvía a la Malvarrosa”, - tan famoso en la obra de Blasco Ibáñez - pues su línea pasa justo por la misma puerta del establecimiento.
El lugar en sí mismo rezuma solera y tradición culinaria de bodega o vetusta taberna, donde los animosos hombres de la mar, almorzaban tomando después el  cremaet; una combinación de café con ron o brandy. Sin embargo, el cremaet no es un carajillo cualquiera, no. Suele ser un coctel caliente de café y alcohol, previamente quemado, con azúcar, limón y canela, dependiendo estos tres últimos ingredientes de las preferencias del consumidor. Ese estimulador de los sentidos del olfato y del gusto, proporciona la energía necesaria para soportar las húmedas y frías mañanas de invierno, de los que faenan con toda la mar detrás. Hay quien dice que el cremaet es el digestivo ideal de la matutina sobremesa que proporciona alegría y aumenta los decibelios de quienes se reúnen en torno a una mesa.
Deben abstenerse de visitar Bodega La Pascuala, aquellas personas que busquen remilgos y cursilería, o aquellas otras que se decanten por las formas y la presentación. En Bodega La Pascuala estás expuesto a mancharte la “camisa nueva”,  con el “all i olli” de las patatas bravas o con la inexorable gota de vino o cerveza que suele caer sobre tu pecho peludo o prominente, después de un buen lengüetazo cuando empinas “el barral”.
También deben abstenerse de visitar este genuino establecimiento, las personas que busquen paz y sosiego; aquí se masca la te
nsión que proporciona la prisa, pues no sólo has de comer rápido porque te esperan tus quehaceres diarios, has de hacerlo también porque en la puerta del establecimiento hay cola de gente esperando que las mesas queden libres para poder tomar asiento.
Aquí se come en cantidad; si te atreves a pedir un bocadillo completo, te puedes ver obligado a solicitar ayuda para podértelo acabar.
Variedad de bocadillos repletos de carne de caballo, cerdo, ternera… combinados con jamón, cebolla, pimientos, ajetes tiernos… son el buque insignia de este local, en el que no podemos dejar de mencionar la calidad de sus calamares o sus bravas con all i olli casero; consistente y espeso para coger con cucharilla.


Bodega La Pascuala, a pesar de que no siempre eres atendido adecuadamente, debido a la gran afluencia de público y a la escasez de camareros, es un lugar de visita obligada para todo el que pretenda salirse de los recorridos turísticos que organizan las agencias de viaje. Para quienes pretendan conocer los usos y costumbres ancestrales de la gente llana, en ese lugar de la ciudad que sobrevive y resurge de sus cenizas, soportando los fuertes vientos e inundaciones de las corrientes políticas y poderes fácticos que gobiernan la ciudad.

José González Fernández
CASA AQUILINO (NAZARET) Día 7 de octubre






El tibio sol otoñal de la mañana del viernes en la ciudad del Turia, contribuye  a que  Los Dalton Buidaolles  se reúnan, como de costumbre,  en el patio del Instituto para decidir a quién le toca poner el coche en el desplazamiento hasta Nazaret. Pero no a Nazaret de Galilea; tierra de veneración y culto cristiano, no. Se trata de una barriada valenciana que pertenece al distrito de Poblados Marítimos. Una zona suburbial de la ciudad, constreñida por la desembocadura de ambos cauces del río Turia (el nuevo y el viejo) y por el Puerto de Mar. Un núcleo de población que en su día constituyó un municipio independiente, pero que fue absorbido por el inexorable crecimiento urbanístico de la capital y del propio Puerto. Expansión que le privó de su playa hace justo ahora treinta años, con promesas incumplidas de los políticos de la época para compensar la pérdida de esa zona de esparcimiento, la cual se hizo popular en el siglo XIX por los bañistas de la capital y por quienes visitaban sus balnearios.
¿Pero existe alguna relación entre la ciudad israelita y la barriada valenciana? En cuanto a su toponimia todo indica que no, pues el nombre de la ciudad se cree que procede del griego o del arameo y su significado es incierto. En cambio el de la barriada, procede de la palabra “lazareto”, en valenciano “llatzeret”; hospital de enfermedades infecciosas que se trasladó en 1720 desde Monteolivete, dando origen a las primeras construcciones en torno al mismo. Posteriormente, un  núcleo formado por pescadores y trabajadores del puerto fue estableciéndose en la zona. Ocupaciones que, en la actualidad, siguen siendo las más importantes de su economía.
La tradición pesquera de la zona, da lugar a que en sus establecimientos de hostelería se pueda degustar una amplia variedad de cefalópodos, crustáceos y peces a muy buen precio. El Bar-restaurante Aquilino es un ejemplo de ello. Abierto desde el amanecer, este establecimiento ofrece a sus clientes: almuerzos, comidas y cenas, con su amplia carta y su especialidad en “All i pebre”. Un local que puede pasar desapercibido por su exterior,  - pues no se distingue de las humildes casitas de pescadores -  se encuentra en la calle Castell de Pop, 31. No obstante, su interior ofrece el típico decorado de la taberna de puerto marítimo, con imágenes sobre azulejos evocadoras de una época en la que las olas y las barcas llegaban hasta la misma localidad.

 
Asombrosos son los bocadillos de calamares en barra de pan de cincuenta centímetros, que sólo los más apetentes tragaldabas son capaces de acabar, a menos que lo compartan.
Deliciosa la fritura de salmonetes y boquerones, siempre recién hechos, siempre crujientes y con elevada temperatura; lo que hace que las secreciones digestivas se estimulen y nos inviten a probarlos antes de que se enfríen, quemándonos la lengua, con la consiguiente llaga de recuerdo.
Además de ser conocido y valorado el local por su especialidad en arroces, debemos hacer mención especial al all i pebre. Ese guiso obtenido con las anguilas de la albufera, producidas en la actualidad en piscifactorías. Exclusivo de Valencia, donde mejor se puede degustar es en los poblados marítimos y los próximos a la Albufera, en los cuales se elabora la receta tradicional cuyos ingredientes de base son: la anguila, las patatas, el pimentón y el ajo. Un plato que cuenta con tantos entusiastas como detractores, pues la sensación que para algunos produce, por el parecido a una serpiente, hace que su cerebro bloquee su estómago y les produzca repulsa y nauseas el simple hecho de verlo en la mesa. Sin embargo, estos mismos comensales, cuando desconocen la forma original del pez antes de ser troceado, lo saborean con placer y hasta llegan a repetir. En Casa Aquilino se presenta un producto de gran calidad, tan suave que llega a deshacerse en la boca. Para alguno de los miembros de Los Dalton Buidaolles estaba poco picante, con respecto a la receta tradicional. Es posible que el establecimiento se esté adaptando a la media de edad de sus clientes habituales, muchos de ellos sexagenarios con las correspondientes prescripciones facultativas de evitar todo aquello que aumente su tensión y otros problemas coronarios.
A tiro de piedra del paisaje futurista formado por los edificios de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, se encuentra esa barriada del extrarradio de Valencia durante tantos años olvidada. En una distancia no superior a un kilómetro, podemos observar el contraste de la opulencia con el de la pobreza; la suntuosidad de unos edificios públicos junto a otros privados pertenecientes a los nuevos ricos, tan cerca en el espacio físico de Nazaret y tan lejos en la renta per cápita de sus habitantes.

José González Fernández
BAR-RESTAURANTE LA NAVE (MASANASA) Día 30 de septiembre de 2016

En la ruta gastronómica de hoy, toca la visita obligada a un bar poligonero. Uno de esos lugares donde la estética y el decorado no son lo importante. Aquí la mayoría de los clientes vienen por la proximidad a su puesto de trabajo, con el fin de almorzar en un tiempo que oscila entre los quince y los treinta minutos.
En la localidad de Masanasa; casi en el límite con Alfafar, en la calle Camí del Fus, 62, junto a los centros comerciales de Leroy Melín y Worten, se encuentra el Bar- restaurante “La Nave”. Un sitio al que acuden camioneros, repartidores, albañiles y… en este caso, también profesores. Los Dalton Buidaolles visitan ese lugar que se llama así porque está ubicado en una nave industrial. Un espacioso lugar con más de cuarenta mesas, tanto en su interior como en su terraza exterior.
El comercio y, en general, el sector servicios es la actividad económica fundamental del polígono industrial que se extiende a lo largo de los municipios de Sedaví, Alfafar y Masanasa, que, junto a otras localidades, forma una conurbación.
Masanasa se encuentra en la Huerta Sur, sobre un acuífero y numerosas acequias que vierten sus aguas en el marjal, que, ya desde la época musulmana, es una parte de su economía. Sin embargo, el hecho de encontrarse en el trayecto de la Vía Augusta que enlaza Cádiz con Roma, todo hace indicar que pudo ser una villa romana, al igual que Catarroja, o al menos la alquería de una explotación agrícola.
En la actualidad su economía está basada en el cultivo intensivo del arroz, frutales y hortalizas, con una industria muy diversificada, destacando el sector textil y el maderero. Las grandes superficies comerciales que se extienden en ésta y en otras localidades vecinas, dan fe de la importancia del sector servicios en estos municipios.
Surge así la transformación, en las décadas de los sesenta y setenta, de un núcleo de población agrícola y rural, en una localidad moderna e industrial, con el consiguiente cambio de su estructura urbana y social.

La gran afluencia de público que visita a diario el Bar-restaurante “La Nave”, a la hora del almuerzo, es tan grande, que los clientes han de pedir en la barra lo que quieren tomar y después son atendidos en la mesa que quede libre. Una curiosidad  de este local es el nombre de los bocadillos. Su amplia variedad de productos y posibles combinaciones de los mismos, da lugar a que cocineros y camareros puedan diseñar el bocadillo que lleva su nombre. En este sentido, nos podemos encontrar con: un Mario, un Pili, un Lorena… entre otros muchos, en honor a las personas que han ideado los componentes para su elaboración.
Visitar “La Nave” es sentir el pulso de lo cotidiano: la prisa, el estrés, la respiración de una ciudad dormitorio que lleva ya varias horas despierta y necesita cargar las pilas para continuar la jornada.

José González Fernández


CASA BORRÁS (PINEDO)  Día 23 de septiembre de 2016

Los Dalton Buidaolles se dirigen a Pinedo, una pedanía de Valencia de 2.700 habitantes, situada en el margen sur, junto a la desembocadura del nuevo cauce del río Turia. Una zona del parque natural de la albufera rodeada por los arrozales y por el mar.
Se sabe que tuvo su origen en la conquista de Valencia por Jaime I, pues en esta zona acamparon los soldados y, en recuerdo de la conquista, construyeron una cruz de piedra que aún se conserva en el paseo marítimo. Los hallazgos arqueológicos submarinos encontrados, datan de la época romana, destacando una escultura de bronce de Apolo encontrada en 1963, la cual se erige en la Glorieta de la entrada desde Valencia.
También se localizan allí algunas de las últimas barracas centenarias que aún se conservan.
Pinedo era una zona de marjal y de huerta ganada al pinar, de
dicada al cultivo del arroz durante los siglos XVIII,  XIX y principios del XX, pero  esta actividad decreció notablemente en los años sesenta debido a la construcción del nuevo cauce del río Turia, lo que originó la destrucción de una buena parte de la huerta. Sin embargo, su economía se fue transformando en los años setenta, centrándose sobre todo en numerosos negocios de hostelería.

Otro atractivo de Pinedo son sus playas de dunas y fina arena; un especio natural protegido por el Parque Natural de la Albufera que cuenta con una amplia zona donde se permite el nudismo. También existe una playa para perros; una zona acotada  que es la que está más cerca del puerto.
En el número 321 de Carrera del Riu, – antigua carretera de los poblados de la Albufera -   se encuentra el Restaurante “Casa Borras”; un local con estilo propio, tanto en su fachada como en su interior, especializado en arroces, pero con una carta muy variada en almuerzos.

El amplio surtido de vinos, colocados de forma visible y estratégica, para que los clientes tengan acceso a los mismos y puedan leer sus etiquetas, le dan al local un aire elegante y un cierto toque de originalidad, con las botellas colocadas en diversas posiciones, sirviendo de bodega y a la vez de decorado.
Entre sus variados bocadillos podemos destacar “el de carne de caballo con ajetes tiernos”. Un rico bocado que cabalga entre lo prohibido y lo deseado, puesto que para muchos es un delicioso manjar, aunque para otros represente una brutalidad, un acto cruel contra ese animal tan noble.
Pero por encima de los sentimientos de solidaridad animalista, el “bocata de caballo” aporta la energía del propio cuadrúpedo y su carne es tierna y jugosa, lo que permite se pueda digerir bien en el escaso tiempo que disponen quienes se han de incorporar a sus tareas habituales.
En Casa Borras se conjuga la tradición con el confort de su amplio y cómodo local, al que resulta fácil acceder gracias a su zona de aparcamiento.
José González Fernández