lunes, 28 de noviembre de 2016

CASA AQUILINO (NAZARET) Día 7 de octubre






El tibio sol otoñal de la mañana del viernes en la ciudad del Turia, contribuye  a que  Los Dalton Buidaolles  se reúnan, como de costumbre,  en el patio del Instituto para decidir a quién le toca poner el coche en el desplazamiento hasta Nazaret. Pero no a Nazaret de Galilea; tierra de veneración y culto cristiano, no. Se trata de una barriada valenciana que pertenece al distrito de Poblados Marítimos. Una zona suburbial de la ciudad, constreñida por la desembocadura de ambos cauces del río Turia (el nuevo y el viejo) y por el Puerto de Mar. Un núcleo de población que en su día constituyó un municipio independiente, pero que fue absorbido por el inexorable crecimiento urbanístico de la capital y del propio Puerto. Expansión que le privó de su playa hace justo ahora treinta años, con promesas incumplidas de los políticos de la época para compensar la pérdida de esa zona de esparcimiento, la cual se hizo popular en el siglo XIX por los bañistas de la capital y por quienes visitaban sus balnearios.
¿Pero existe alguna relación entre la ciudad israelita y la barriada valenciana? En cuanto a su toponimia todo indica que no, pues el nombre de la ciudad se cree que procede del griego o del arameo y su significado es incierto. En cambio el de la barriada, procede de la palabra “lazareto”, en valenciano “llatzeret”; hospital de enfermedades infecciosas que se trasladó en 1720 desde Monteolivete, dando origen a las primeras construcciones en torno al mismo. Posteriormente, un  núcleo formado por pescadores y trabajadores del puerto fue estableciéndose en la zona. Ocupaciones que, en la actualidad, siguen siendo las más importantes de su economía.
La tradición pesquera de la zona, da lugar a que en sus establecimientos de hostelería se pueda degustar una amplia variedad de cefalópodos, crustáceos y peces a muy buen precio. El Bar-restaurante Aquilino es un ejemplo de ello. Abierto desde el amanecer, este establecimiento ofrece a sus clientes: almuerzos, comidas y cenas, con su amplia carta y su especialidad en “All i pebre”. Un local que puede pasar desapercibido por su exterior,  - pues no se distingue de las humildes casitas de pescadores -  se encuentra en la calle Castell de Pop, 31. No obstante, su interior ofrece el típico decorado de la taberna de puerto marítimo, con imágenes sobre azulejos evocadoras de una época en la que las olas y las barcas llegaban hasta la misma localidad.

 
Asombrosos son los bocadillos de calamares en barra de pan de cincuenta centímetros, que sólo los más apetentes tragaldabas son capaces de acabar, a menos que lo compartan.
Deliciosa la fritura de salmonetes y boquerones, siempre recién hechos, siempre crujientes y con elevada temperatura; lo que hace que las secreciones digestivas se estimulen y nos inviten a probarlos antes de que se enfríen, quemándonos la lengua, con la consiguiente llaga de recuerdo.
Además de ser conocido y valorado el local por su especialidad en arroces, debemos hacer mención especial al all i pebre. Ese guiso obtenido con las anguilas de la albufera, producidas en la actualidad en piscifactorías. Exclusivo de Valencia, donde mejor se puede degustar es en los poblados marítimos y los próximos a la Albufera, en los cuales se elabora la receta tradicional cuyos ingredientes de base son: la anguila, las patatas, el pimentón y el ajo. Un plato que cuenta con tantos entusiastas como detractores, pues la sensación que para algunos produce, por el parecido a una serpiente, hace que su cerebro bloquee su estómago y les produzca repulsa y nauseas el simple hecho de verlo en la mesa. Sin embargo, estos mismos comensales, cuando desconocen la forma original del pez antes de ser troceado, lo saborean con placer y hasta llegan a repetir. En Casa Aquilino se presenta un producto de gran calidad, tan suave que llega a deshacerse en la boca. Para alguno de los miembros de Los Dalton Buidaolles estaba poco picante, con respecto a la receta tradicional. Es posible que el establecimiento se esté adaptando a la media de edad de sus clientes habituales, muchos de ellos sexagenarios con las correspondientes prescripciones facultativas de evitar todo aquello que aumente su tensión y otros problemas coronarios.
A tiro de piedra del paisaje futurista formado por los edificios de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, se encuentra esa barriada del extrarradio de Valencia durante tantos años olvidada. En una distancia no superior a un kilómetro, podemos observar el contraste de la opulencia con el de la pobreza; la suntuosidad de unos edificios públicos junto a otros privados pertenecientes a los nuevos ricos, tan cerca en el espacio físico de Nazaret y tan lejos en la renta per cápita de sus habitantes.

José González Fernández

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