BAR CRISTÓBAL (LA PUNTA) Día 28 de octubre de 2016
La bruma matinal iba lentamente ascendiendo, dejando unas
ligeras gotas pulverizadas en el poblado de La Punta. El nublado cielo sólo
permitía que algunos rayos de sol se colaran de contrabando entre los cirros
que a poca altura se empezaban a formar. Sin embargo, a las diez de la mañana
la temperatura en esta parte de la ciudad era agradable, impropia para la época
otoñal.
El Bar Cristóbal, único establecimiento de hostelería en toda la zona,
es un local amplio y sobrio, con una decoración espartana y un mobiliario que
refleja la austeridad de una pedanía, dependiente del distrito de Cuatre Carreres,
que languidece ante los ataques del desarrollismo. La expansión del puerto, el
ferrocarril, la autovía, la Ciudad de las Artes y las Ciencias… han encajonado,
constreñido, crucificado y desmembrado el lugar, invadiendo un paisaje natural
de huerta y alquerías que fue condenado a muerte a finales del siglo y que se
comenzó a demoler en el año 2002. Un
importante número de monstruos mecánicos en forma de excavadoras, orugas y
apisonadoras invadieron la pedanía, reduciendo a escombros las centenarias
alquerías en una superficie superior a los 700.000 metros cuadrados. Todo ello,
no sin oposición de los desahuciados propietarios de las mismas, quienes
declararon la guerra a los “escuadrones
buldócer” y a los agentes del orden público; subidos a los tejados de sus
viviendas, bien pertrechados y provistos de munición vegetal, lanzando sus
coles y tomates contra los enemigos invasores. No les quedaba otra alternativa
ante tan demoledora acción que estaba acabando con sus propiedades, con su
paisaje y con su identidad. Como diría un miembro de los Dalton cuando
parafrasea una canción de Perales: “Me lo
han robado todo”
¿Y todo ello para qué?
En 1994, la Administración del Estado, la
Generalitat, el Ayuntamiento de Valencia y la Autoridad Portuaria, se
plantearon la necesidad de establecer una zona de actividades logísticas del
puerto, creando la plataforma ZAL; lo cual codujo en 1999 a la modificación del
Plan General de Ordenación Urbana de Valencia y en 2002 a la demolición de las construcciones
expropiadas y a la urbanización de las parcelas destinadas a naves logísticas.
Sin embargo, una década después, la modificación del Plan es anulada por el
Tribunal Supremo, por carecer del preceptivo informe que exige la nueva Ley de
Costas. Un defecto de forma que probablemente será subsanado y se podrán
comercializar las parcelas en el espacio de asfalto vallado donde crece la
hierba, retornado a su lugar de origen.
¿Y qué ocurrió con los aguerridos
vecinos, expropiados no sólo de su vivienda sino también de su entorno
paisajístico?
Fueron reubicados en unas nuevas viviendas adosadas,
construidas al efecto junto a la superficie vallada de la ZAL, viviendas que
tuvieron que comprar e hipotecarse para ello, pues su precio ascendía a más del
doble de la indemnización percibida por la expropiación.
A escasos metros de la Ciudad de las Artes y las
Ciencias, el barrio, - dividido por la autovía de El Saler - permanece
abandonado, concentrándose la mayor parte de la población y los escasos
servicios, en la calle Jesús Morante Borrás, una vía de circulación en doble
sentido cortada por el ferrocarril. En
ella se encuentran el consultorio médico
y la farmacia. La propia vía separa
también a dicha calle de la de Camino Punta al Mar, en la que se localiza la
Iglesia de La Concepción, construida en 1903, con un estilo tradicional de
iglesia valenciana de los siglos XVIII y XIX, con líneas barrocas. No deja de
ser una ironía el nombre de la calle “Punta al Mar”, pues en su día, con toda
probabilidad, esa calle desembocaría en el mar, sin embargo ahora, el
´horizonte que se divisa es el de las numerosas grúas del puerto.
En la actualidad los habitantes
nacidos en la zona siguen manifestando su insatisfacción al ser testigos de
cómo su entorno ha sido destruido, sin que ello haya supuesto una mejora en su
economía, ya que después de quince años, la ZAL sigue sin existir.
No obstante, la gente dice que en La Punta se vive
tranquilo; en un ambiente rural y a poca distancia de la ciudad, aunque la
única línea de transporte pase cada cuarenta y cinco minutos. El Bar Cristóbal
es un reflejo del buen estado de ánimo de la población, que, a pesar de todo, sigue la tradición huertana del almuerzo, con
gran afluencia de público entre las nueve y las once de la mañana. Un
establecimiento que presenta una gran variedad de viandas y bocadillos entre
los que podemos destacar el “blanco y
negro”: morcilla y longaniza en combinación
con diversos componentes tales como berenjenas rebozadas, pimientos, all
i olli, entre otros… toda una bomba calórica no recomendable para un almuerzo
habitual, pero sí para ese único día de la semana en que nos queramos dar el
merecido homenaje. Ese crujiente sonido de la berenjena rebozada, el sabor del diverso
especiado del embutido… todo ello embadurnado con la salsa ajoaceite y
aplastado entre el pan recién hecho, hace que se produzca en la caverna molar
una explosión de sabores, capaz de transportar por un instante al comensal a un
epicúreo estado, del que se retorna ante la necesidad de continuar con las
tareas del día. Es el momento en el que se produce el silencio; ya no se habla
de alumnos, de política o de futbol, pues las bocas están ocupadas y resulta
inevitable ver cómo las comisuras de los labios se manchan con el grasiento
bolo alimenticio.
El Bar Cristóbal también ofrece otras opciones para
quienes por estética o por salud tengan prohibidos esos placeres mundanos. Aquí
podemos observar un combinado de pescado rebozado con habas, coliflor y tomate;
todo ello muy sano y del agrado de alguno de los Dalton Buidaolles.
A las once de la mañana, la ligera brisa que llegaba
del mar había dispersado las nubes y el sol lucía ya con cierta intensidad,
elevando la poco común temperatura para esta fecha en el poblado de La Punta,
donde sus habitantes permanecen en un letargo que dura más de una década,
mientras la naturaleza salvaje sigue creciendo en la tierra que durante tantos
años dio de comer a los valencianos, llegando a ser su principal fuente de
riqueza.
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