En los últimos días, el
aire del desierto había traído a la Península ese polvo en suspensión al que se
le denomina «calima», cubriendo una
parte importante de la geografía española y llegando hasta la costa levantina.
La aureola luminosa que se proyectaba en las alturas, daba fe del tímido sol
que, a pesar de todo, caldeaba la mañana para cualquier semoviente que se
atreviera a salir de su guarida.
Aquel «febrerillo
loco», en ese año bisiesto, no iba a ser tan loco como solía ser por
costumbre. Las temperaturas, superiores a la media de las registradas, dejaron
la cara más amable después de un desolador y doloroso enero.
Como de costumbre, Los Dalton Buidaolles se dirigieron a almorzar
en la mañana del viernes. Esta vez iban al municipio de Aldaya, en la Huerta
Oeste. Su topónimo deriva del árabe y significa «aldea o granja», no obstante, existen vestigios de que la zona
estuvo poblada en la época romana, como consecuencia de los numerosos restos
encontrados en las inmediaciones.
Casa Orta es un bar que ofrece una amplia
variedad de productos para el almuerzo. Hace gala en sus expositores de vinos
de calidad y de otras bebidas alcohólicas. También podemos observar, detrás del
mostrador, unos jamones ibéricos con denominación de origen de Huelva. Pero lo
que en realidad le distingue de otros establecimientos es la calidad de sus
cefalópodos; esos calamares, sepia o chipirones que se pueden combinar con
multitud de salsas o guarniciones. Precisamente,
estos productos del mar fueron
los más elegidos ese día por los Buidaolles. El bocadillo de calamares de la
Patagonia con ajo aceite, el de chipirones con tomate o pimientos; entre un pan
crujiente y de fácil deglución, podemos decir que eleva a una alta calificación
el esmorzaret de Casa Orta. Por otra parte, los que optaron por comer con
cuchillo y tenedor también estuvieron acertados, pues la presentación; unido a
la calidad y generosidad del producto servido, produjo la aquiescencia y
aprobación de esos expertos paladares.
Como no podía ser de otra manera,
ese día, el almuerzo también se remató con el elixir digno de dioses llamado «cremaet»: la espirituosa bebida que no
en todos los locales preparan con tanto esmero como en Casa Orta; con su punto
de alcohol, azúcar, cítricos, canela y café, sin que ningún factor llegue a sobresalir
en exceso sobre los
demás.
En
este establecimiento de reducidas dimensiones, es de destacar la simpatía y el
sentido del humor de los camareros, así como su eficiencia a la hora de atender
a la clientela. Digno de mencionar es el detalle de la camarera de reponer los
frutos secos y encurtidos, que acompañan al bocadillo, cada vez que estos se
iban agotando.
Por
último, decir que el precio puede resultar algo más caro que en otros establecimientos,
sin embargo, está en relación con la gran calidad del producto ofrecido.
En el día, en el que el pánico cundía por doquier por ese
virus, de origen aún desconocido, cuyos intentos para detenerlo estaban
resultando baldíos; pues ya se daban cientos de muertos en todo el mundo, y
muchos miles los afectados, tanto en China como en otros países. El coronavirus ya se había extendido a
Europa, siendo en Milán donde se habían producido los primeros decesos. En
concreto, esa mañana en España solo se registraban 22 casos hospitalizados,
aunque esa cifra aumentaría a lo largo de la semana en forma de progresión
geométrica.
También se habló en la tertulia Buidaolles de la política
de los EE UU a lo largo de la historia, recordando especialmente los tiempos de
Nixon y del escándalo Watergate, y al
polémico secretario de estado Henry Kissiger.
Se habló también de literatura: de los premios literarios
y de las injusticias que a veces se cometen cuando son concedidos a quien no
los merece, pues se busca al autor comercial, aquel que le pueda reportar
píngües beneficios a las editoriales, valorando, más que la obra en sí, la
trayectoria del autor.
En todas las tertulias se hablaba
también de las provocadas declaraciones de Plácido Domingo, denunciado más de
20 veces por acoso sexual, en las que pidió perdón por el dolor causado, aceptando toda responsabilidad por las acciones
denunciadas en los últimos meses. Todo esto parecía más una aceptación de la
derrota para evitar duras sentencias judiciales, aunque la sociedad ya le había
juzgado y condenado, no en vano, muchos teatros estaban rescindiendo sus
contratos con el tenor y borrándolo de sus programaciones operísticas. Había
quien comentaba, en tono de humor, que Plácido Domingo pasaría a ser Lunes
Tormentoso.
Porque el tiempo que todo lo cambia, también todo lo
aclara y lo pone en su lugar adecuado. Nada en la vida puede permanecer
inalterable… ni los edificios, ni las montañas, ni la conducta de los hombres.
Darío Navalperal