domingo, 8 de octubre de 2017

Bodega La Pascuala, El Cabañal, Valencia (06-10-2017)




            Igual que las estaciones precedentes de este 2017, el caldeado otoño registraba las temperaturas más altas de las últimas décadas; hasta tal punto, que su nombre estaba perdiendo identidad, para pasar a ser llamado “veroño”. 

            Tan caldeado el clima atmosférico, como el de las tertulias virtuales – de redes sociales -, y presenciales – en los almuerzos y desayunos de los bares de toda España-. La agitación social, por momentos, se convertía en indignación: por una parte, de aquellos que entendían que se les privaba de su derecho a decidir, por otra, de quienes entendían que la población que reside en un determinado territorio, no puede estar por encima de la ley que ampara a todo un estado. 

            La resaca del simulacro electoral, que se había celebrado el día uno de octubre en Cataluña, continuaba con efervescencia, llegando fuera de nuestras fronteras, donde los foros políticos no siempre coincidían con los periodísticos, donde los lobbies o grupos de presión extranjeros – quien sabe si “untados” por el gobierno catalán -, exageraban una violencia policial inexistente.

            Aquella mañana del viernes seis de octubre, la noticia era “La huída”. Pero no la de Sam Peckinpah, ni tampoco se trataba de ningún thriller en el que se intentara aterrorizar a los pacíficos catalanes con el fin de que reconsideraran su actitud, no. Aquí no existía la escenificación; como en el caso de la aireada violencia, atribuida a la guardia civil “opresora”. Aquí estábamos ante una auténtica desbandada de empresas que huían de Cataluña para establecerse en otras capitales de provincia españolas. 

            Este tema era el que ocupaba la tertulia durante todo el almuerzo de Los Dalton Buidaolles en Bodega La Pascuala, en la calle del Doctor Lluch, 299, del barrio de El Cabañal, zona visitada en reiteradas ocasiones, debido a su gran número de establecimientos con solera y tradición de almuerzo. Cuando hacía ya casi un año que frecuentaron este mismo establecimiento, aunque esta vez en sus nuevas instalaciones a no mucha distancia del edificio antiguo, pero en otra calle distinta. Un local no más grande que el antiguo, pero con nuevas instalaciones y decoración. Sin embargo, el nuevo aire de cervecería alemana, le ha quitado el encanto de aquel local que rezumaba el sabor añejo de la taberna otrora frecuentada por viejos lobos de mar.

El público que frecuenta en estos tiempos Bodega La Pascuala es muy variopinto: desde obreros de la construcción hasta ejecutivos de empresa, acuden a este popular y famoso establecimiento conocido ya en todos los medios de comunicación local. 
 
¿Pero guarda relación la fama que tiene el local con la calidad en sus productos, de su servicio, de su confort, de su  decoración, de su precio…? Puede decirse que en Valencia hay muchos locales de almuerzo que igualan o superan a este, no obstante, la fama y el prestigio que ha cosechado a lo largo de los años, dan lugar a que, a las diez de la mañana, el local esté repleto de gente y haya que esperar una media hora para coger mesa. Esa masificación que hace que aumente el nivel de ruido y que las conversaciones sean inaudibles.   No obstante, Bodega La Pascuala sigue siendo uno de esos locales donde se almuerza a lo grande. Tan grande como estos bocadillos de más de 50 centímetros repletos de buey, beicon, jamón, queso, tomate… difíciles de meter entre pecho y espalda, recurriendo al papel de aluminio, facilitado por la atenta y solícita camarera,  y guardar el sobrante para llevar a casa.


El nuevo local aún conserva algunos vestigios en su decoración en aquello que le dio su prestigio y esplendor, algunas antigüedades a modo de reliquia, pero que no combinan muy bien con otros elementos de sus nuevas instalaciones, que rompen con esa añoranza de su glorioso pasado. Es una pena que muchos de estos establecimientos, por adaptarlos al confort y a las tendencias vanguardistas, pierdan su encanto y, con ello, una parte importante de la cultura de una zona de la ciudad. En este sentido, se debería aprender de la ciudad de Lisboa, cuya fama se la da el hecho de haber sabido conservar intactos este tipo de locales; con su decoración y costumbres a lo largo de los siglos. 

            Aunque algo en positivo podemos destacar de Bodega La pascuala, y es el recipiente en el que suelen servir el vino o la cerveza, ese porrón o “barral” – como se denomina en Valencia – que hace que pierdas el control de lo que bebes y de dónde cae la última gota. Una pena que no se sigan conservando más costumbres similares en este y otros establecimientos de la ciudad, pues forman parte de sus señas de identidad. 

            Todo ello en una mañana soleada, una más de las que seguía ofreciendo este “veroño”;  para pasear por las arenas de la cercana playa o, simplemente, para reunirse cerca de ella y, como cada viernes, debatir, charlar, reír… y vivir ese  epicúreo momento. Un deleite que premia toda una semana de obligaciones laborales de este grupo de compañeros y amigos. 

José González Fernández

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