El veranillo de San Miguel, como
cada año, llegaba tibio y acariciante en las mañanas levantinas, coadyuvando a
la pertinaz sequía arrastrada del seco y caluroso estío, sin que las
precipitaciones atmosféricas en los días previos fueran suficientes para calmar
la sed de una tierra que se resquebrajaba por algunas latitudes.
Precipitaciones, sin embargo,
abundantes en el terreno socio-político por parte de quienes intentaban llevar
a la población catalana hacia la persecución de un fantasma, una entelequia de estado
que nunca existió, consiguiendo imbuir a una parte de la población en la épica
y, al mismo tiempo, en el maniqueísmo que fomenta el odio y que resquebraja
también –esta vez en sentido figurado– una tierra que ha estado unida, a pesar
de que una minoría a lo largo de la historia ha intentado siempre dividir y
segregar.
Estos y otros temas surgieron en la mañana del viernes 29 de
septiembre; previa a los acontecimientos del referéndum ilegal que se iba a
celebrar en Cataluña en pro de su independencia, el día en que Los Dalton
Buidaolles se reúnen de nuevo para almorzar en el Bar Patraix, en la plaza de
Patraix, 12. Un bar que figura en una plaza en forma de polígono irregular de
lo que hoy día es un gran barrio y distrito de Valencia y en lo que en otra
época fue municipio, e incluso cabeza de partido judicial. No en vano, así se
hace constar en una placa conmemorativa del nacimiento del Rey Jaime I, que
figura en la misma plaza junto al Bar. En ella se explica el
origen de Alquería denominada Petraher, derivando posteriormente su nombre a la
actual Patraix. Situada en el suroeste de la Ciudad, la plaza de Patraix y las
construcciones aledañas que la forman, sobrevive a pesar de los embates
especuladores de las empresas constructoras, que en época “del
ladrillo” la intentaron transformar. De hecho, podemos observar la anarquía
de sus edificios, en la que contrastan los bloques de pisos de mediana altura
con casas adosadas al estilo de pueblo; y con alguna alquería, conservada cual
reliquia, convertida en negocio
hostelero.
El Bar Patraix es un
establecimiento que cuenta con un local espacioso y con una terraza exterior de
carpa que da a la amplia plaza. Los Buidaolles prefirieron, como de costumbre,
entrar al interior; pues la temperatura de ese cálido día aumentaba
considerablemente con el efecto invernadero que se suele producir bajo la
carpa. Un interior que no aporta nada en estilo ni en confort; seguramente
habrán transcurrido décadas sin apenas un cambio en su estética. Ni siquiera
las vigas del techo son reales, pues, imitando a madera vieja, forman ese
trampantojo de corcho pintado, que no deja de darle al local un aspecto cutre e
impersonal, sin llegar a representar a un bar moderno ni a las tabernas que en
otra época pudo haber en la zona.
En cuanto a sus productos, tampoco se puede decir que el Bar Patraix
destaque por su calidad y variedad: pan poco reciente, sin llegar a ser
correoso ni duro; frituras escasas; pocas guarniciones y un tanto desabridas…
Como algo distinto a lo que otros establecimientos ofrecen, podemos destacar
las albóndigas en salsa. También ofrece algo de bollería, para quien quiera
desayunar en lugar de almorzar. En
cuanto al precio, se puede decir que este es
aceptable
Todo esto, en una mañana en la
que era recurrente hablar en la tertulia del conflicto catalán, pues a pesar de
que siempre se evita tratar temas de política y de religión, con el fin de no
herir sensibilidades, y que un momento de relax llegue a convertirse en otro de
tensión, la preocupación de todos era tanta, que, entre las risas, por las
anécdotas contadas, y los lamentos, por el cariz que estaban tomando los
acontecimientos, resultó inevitable no entrar en este espinoso asunto que
tantos distanciamientos está originando.
Pero
también se habló de la actuación del día anterior de los incombustibles Rolling
Stones, lo que constituía ya su concierto número 22 en suelo español, esta vez
en Barcelona. Y siempre esperando que no sea la última, aunque debido a sus
edades, ya sería un lujo si volvieran de nuevo.
En una semana en la
que Hugh Marston Hefner nos abandonaba.
El personaje carismático e icono de la revolución sexual, precursor del
erotismo y patriarca del imperio Playboy, nos dejaba a los 91 años de edad.
También se estuvo
hablando de la dudosa calidad de las aguas de Valencia y de la necesidad de
poner algún descalcificador doméstico.
Debates, anécdotas y
risas son la mejor terapia para superar todo tipo de conflictos en armonía y
buen humor.
José
González Fernández
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