Las hojas de los árboles cambiaban de color y,
lentamente, iban cayendo sobre las aceras en esa tibia mañana otoñal en la
ciudad de Valencia, cuando Los Dalton Buidaolles se desplazaban a la
ciudad-dormitorio de Silla, en la mañana del viernes 20 de octubre, para degustar
su habitual esmorzaret.
Silla, un municipio
de la Huerta Sur de Valencia, un nombre cuya toponimia nada tiene que ver con
el sentido literal de su expresión en castellano, pues su origen árabe de
alquería nos indica que puede proceder de la palabra “suhayla”, que significa “llanita”.
Otra interpretación de origen latino nos indica su procedencia de la palabra “cella” (silo, depósito, almacén o celda), por
ser un lugar cercano a la ciudad donde se almacenaban vinos o aceites. Sin
embargo, más recientemente se apuesta por una traducción del valenciano de “sa illa” (la isla), por estar en un
istmo de la misma albufera.
Como
monumento más importante e histórico, podemos encontrar una torre adosada al
edificio del Ayuntamiento, restos de lo que fue en su día un castillo o
fortificación, cuyo origen es musulmán, pero sometida a diversas reformas
durante la reconquista.
El
hecho de estar tan cerca de la gran ciudad ha dado pie a que Silla se convierta
en una ciudad-dormitorio, donde la vivienda resulta mucho más asequible. Sin
embargo, también son muchas las personas de la capital que trabajan en Silla,
no en vano es una de las zonas más industrializadas, formando parte del
cinturón industrial de Valencia. Su economía, en la actualidad, está sustentada
por el sector industrial y el terciario, no obstante, la agricultura –
fundamentalmente el arroz – mantiene gran importancia en una zona que, durante
tantos años, ha vivido de esa fuente de riqueza proporcionada por La Albufera.
El
Bar Montecarlo de la Avenida de Alicante, 96, de Silla, es un
establecimiento
que ofrece almuerzos, pero que cuenta con una carta un tanto limitada.
Lo mejor
que se puede decir de él es el trato y buen servicio que se recibe. Sin
embargo, está a años luz de la diversidad que otros establecimientos
ofrecen en
almuerzos o tapas. Además, se trata de un local pequeño y poco apto para
niños
o personas con problemas de movilidad. Una anécdota que cabe destacar es
el
hecho de que, ese día, uno los bocadillos por el que más se interesaron
Los
Buidaolles fue el de esgarraet con queso fresco. El esgarraet – como de
todos
es sabido – es una ensalada de pimientos asados, bacalao, ajos y aceite;
siendo
ese su nombre debido al procedimiento de elaboración, que consiste en
desgarrar
el bacalao en salazón y los pimientos rojos a tiras. En algunas zonas de
la
Comunidad Valenciana se le suele poner berenjena y también aceitunas;
pero el bacalao es fundamental, de lo contrario, no dejaría de ser una
simple ensalada de pimientos rojos. Cuál sería la sorpresa de los
expectantes Buidaolles
que pidieron este sano y genuino bocadillo, cuando observaron que el
bacalao
brillaba por su ausencia. En su lugar aparecían unas tiras de cebolla
frita,
estratégicamente colocadas para dar la apariencia de bacalao, pero no
eran
bacalao. No obstante, después de comunicárselo a la solícita camarera,
ésta
apareció con un plato de bacalao en aceite, lo cual sirvió de
desagravio.
Todo esto en un día
en el que “hartos ya de estar hartos” de
tantos comentarios y debates políticos sobre el tema catalán, Los Dalton
Buidaolles hablan en su tertulia de las personas que llegan al insulto por el
simple hecho de no pensar como ellas, no admitiendo otras opiniones ni
discrepancias. También se hablo de
ópera; pues alguno de los presentes mostró un vídeo en el que un coro de negros,
en lugar de cantar góspel, cantaba La Traviata; algo inusual, pero con una
calidad fuera de lo común. El poder escuchar esas timbradas y engoladas voces
de la formación mixta, ofrecía el toque cultural del día y proporcionaba otro
de los placeres que no entran por la boca.
El embarcadero del
canal de La Albufera es lo que le da carácter a una localidad que se resiste a
perder su origen huertano de humedales; eso que durante tantos años ha dado
vida a la comarca. Aquí los campos son desecados por potentes motores cercanos
a las plantaciones de arroz, en los momentos en que la cosecha ha de recogerse.
Del mismo modo se utilizan también para volver a inundar los campos cuando el
cultivo está creciendo. En estos momentos del otoño, los agricultores y pescadores
se afanan en preparar sus embarcaciones, fortaleciendo su casco con alquitrán y
dándoles colorido con esa nueva capa de pintura que las distingue e identifica.
Un lugar de obligada visita después del almuerzo de Los Dalton Buidaolles, un
gratuito placer para el resto de los sentidos que, una vez más, contribuía a
festejar la llegada del fin de semana.
José
González Fernández
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