Pasan los días, las semanas y los meses… pasa la vida. A punto ya de pasar también ese tórrido verano; asfixiante en el aspecto climatológico, inquietante en el terreno político-social, Los Dalton Buidaolles, con nuevo logotipo, vuelven al ataque para iniciar el curso académico con energías renovadas y sin que el peso de los años se deje notar en sus cabezas, aunque deberíamos decir en el interior de las mismas, ya que en el exterior casi todos peinan canas.
Las tensiones internacionales entre Corea del Norte y Estados Unidos siembran la preocupación en todo el mundo y amenazan la paz. Una paz inexistente, cuando los focos de conflicto bélico cada día son mayores en oriente medio y en los países árabes. Una paz embargada, cuando los atentados yihadistas llegan hasta Europa; como es el caso de lo ocurrido en las ramblas de Barcelona en el mes de agosto.
Pero como la vida debe seguir, Los Buidaolles preparan con alegría y buen humor el nuevo curso académico y, fieles a su ya arraigada tradición, visitan un nuevo templo gastronómico, esta vez el Bar- Restaurante Casa Cent Duros, en la localidad de Borbotó, en la calle Masarrochos, 10, a unos pocos kilómetros al norte de la ciudad, siguiendo el camino de Moncada. El nombre de este local puede tener su origen de cuando aún se pagaba en pesetas: cien duros equivalían a quinientas pesetas, lo que sería igual a tres euros de hoy día. Sin embargo, en la actualidad el almuerzo, con cremaet incluido, supone unos cinco euros, aunque este precio puede aumentar si se elige para el bocadillo algunas viandas más selectas.
La pedanía de Borbotó fue municipio hasta finales del siglo XIX en el que pasó a ser una aldea de Valencia. Sus orígenes se remontan al siglo XIII en el que se crea una alquería andalusí, tomada por Jaime I de Aragón en
la conquista de Valencia.
El paisaje huertano permite relajar la mirada y, a pocos kilómetros de la gran ciudad, meterse de lleno en el ambiente rural puede ser una respuesta al estrés y a las prisas. En Casa Cent Duros el tiempo parece no haber transcurrido. No. No exageraba Juan Echanove – famoso actor y buen crítico gastronómico - cuando decía que, todos los días, más de trescientas personas frecuentan
el local para degustar el típico almuerzo valenciano; de hecho, Los Buidaolles esperaron más de treinta minutos hasta que quedó libre una mesa junto a la que tomar asiento. La tortilla de cebolla, las croquetas de bacalao, los calamares con pimientos o habas tiernas, la sangre encebollada… forman parte de su diversificada oferta.
Especial mención requiere aquí también el cremaet, que, a pesar de lo que muchos piensen, no tiene gran contenido alcohólico, ya que la función de quemar durante unos segundos el ron que contiene, le baja la graduación, consiguiendo así un combinado perfecto con el café, la canela, el azúcar y el limón. En este local le dan un toque de distinción, al ponerle unos granos de café flotando en el vaso. Una bebida, autóctona de la Comunidad Valenciana, que no llega a ser tan conocida como la paella, pero que va camino de serlo.
Los Dalton Buidaolles, con aspecto deportivo
y veraniego aún, disfrutan de la tertulia y rememoran sus andanzas por las Sierras de Segura y Cazorla, cuando en el abrasador mes de julio, un importante número de ellos, estuvieron deleitándose con esa otra afición para ellos, cual es la música. El blues y la gastronomía tradicional de la zona se dieron cita en el epicúreo encuentro en las prebéticas sierras de Jaén, en el multitudinario festival de blues de Cazorla.
Y todo en un día en el que, además, celebraban el hecho de que uno de Los Buidaolles acababa de ser abuelo por primera vez.
José González Fernández
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