El aire de poniente transportaba desde el interior
los cirrocúmulos que cubrían el cielo de la ciudad del Turia, cuando Los Dalton
Buidaolles se dirigían al barrio de El Cabañal a cumplir con su costumbre
semanal. Este viernes tocaba la Bodega Bar Flor, en la calle Martí Grajales,
21, frente a uno de los mercados de abastos más importantes de la ciudad. El mercado de lo que en su día fue un poblado
pesquero; ahora un barrio que, como ya comentamos en capítulos anteriores,
estuvo a punto de ser demolido. La calle Martí Grajales se identifica más con
la gran ciudad que con el propio barrio, tal vez por su anchura y sus
construcciones, tal vez por la tipología de su población; probablemente de un
nivel económico algo superior a la de las angostas callejuelas de ruinosas
viviendas. Un barrio, en su día, condenado a muerte por inanición, pero que ni
los políticos ni los especuladores inmobiliarios consiguieron acabar con su
vida: sus costumbres, sus tradiciones… su cultura. Una cultura ancestral que se
encuentra reflejada en la propia Bodega Bar Flor; fundada en 1893 por José
Flor, como puede leerse en su vetusto botellero. Aquí; al igual que en tantos
otros bares, bodegas, tabernas o mesones del barrio, se está revitalizando el
tradicional esmorzaret.
En este establecimiento se pueden degustar una
importante variedad de productos, en especial los frutos del mar, dada su
proximidad al litoral y al propio mercado. Una curiosidad, que le distingue de
otros locales, es la forma de servir el bocadillo, liado en una servilleta
blanca de papel, algo que recuerda, a los más mayores, aquellas naranjas que
también vendían envueltas cual producto de regalo. No obstante, si hubiera que destacar algún
aspecto negativo, tendríamos que hablar del precio: sin llegar a ser elevado, es superior al de otros establecimientos de la zona que lo ajustan a las
situaciones de crisis y nivel económico de sus residentes. También es
técnicamente mejorable el cremaet, pues daba toda la impresión que este había
sido recalentado; cuando, en realidad, la calidad del producto se potencia al
tomarlo inmediatamente después de ser quemado el alcohol en el propio vaso.
Este y otros temas son objeto de tertulia en la templada mañana de un
mes septiembre, en el que se inicia el año escolar que supone la puesta a cero
del contador ocupacional, tanto para alumnos como para profesores. Un mes en el
que comienzan a desnudarse los árboles, a taparse las piernas de los hombres y
los escotes de las mujeres. Pero como casi todos los años, el verano volverá a
dar sus últimos coletazos allá por San Miguel, en el que serán frecuentadas de
nuevo las playas de esta cálida y luminosa ciudad.
José González Fernández
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