El verano en el almanaque acababa de hacer su entrada, pero
en el aspecto climatológico se estaba dejando notar desde finales del mes de
mayo. El record de temperaturas, para el mes de junio, se había alcanzado en la
península, con registros de 44 grados en la Meseta, Andalucía y Extremadura.
Hacía mucho tiempo que en el citado mes no se alcanzaban esas cifras.
Entonces, ¿si el verano acababa de llegar, lo de las tres
semanas anteriores había sido un simulacro, o era tal vez un conjuro astral
para hacernos pasar por ese purgatorio previo al infierno del venidero mes de
julio?
Incluso en la ciudad de Valencia, el mercurio llegó a alcanzar los 38
grados a la sombra en alguno de los días anteriores. Aquella soporífera mañana,
previa a la ardiente noche de San Juan del solsticio de verano en la ciudad del
Turia, Los Dalton Buidaolles se dirigen a Beniparrell, a nueve kilómetros de la
Capital, situado en la zona de transición de la Huerta Sur Valenciana a la
Ribera del Júcar. Un pequeño municipio constituido a mediados del siglo XIX,
que posteriormente perteneció a Albal, pero que a finales de dicho siglo
recuperó de nuevo su independencia. Su
economía está basada en la agricultura de regadío – abasteciéndose de las aguas
del Río Júcar, a través de la Acequia Real – y en una industria muy relacionada
con la de la Capital: mueble, juguetes, papel, etc.
Allí, en su amplio polígono industrial, en la calle Camí del Racó, 1,
se encuentra el Restaurante Ca Marcos, un establecimiento poligonero que ofrece
variedad de productos, tanto en el interior del local como en su terraza. Su
clientela está formada, sobre todo, por los trabajadores del polígono,
transportistas y otros visitantes ocasionales. Pero no solo ofrece almuerzos,
también comidas y eventos a grandes grupos. Una de sus especialidades, a buen
precio, es el arroz con langosta o bogavante. Sin embargo, a las 10:30 horas,
momento en el que llegaron Los Buidaolles, la amplia variedad de viandas que
suelen ofrecer de buena mañana, ya se veía reducida a su mínima expresión, lo
cual no fue óbice para que pudieran degustar un buen bocadillo de carne de
caballo con tomate y cebolla. El hecho de que la jornada laboral comenzara a
las 7 de la mañana en horario de verano, era un indicador del agotamiento de
sus existencias, pues, seguramente, ya habrían pasado por allí sus clientes
habituales, debido al lógico adelanto también de la hora del almuerzo. Es de
destacar en Ca Marcos su cremaet de gran calidad; algo tan característico de
esta zona, mucho más que un carajillo en otros lugares. Algunos granos de café
y trocitos de limón, flotan en el café líquido y el coñac o whisky en el fondo
del vaso, previamente quemado su alcohol, con gran pericia, para restarle
grados al combinado. Todo ello con azúcar y canela en polvo.
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A pesar del calor sofocante de la mañana, con 30 grados a la sombra,
cada uno de los Los Buidaolles fueron capaces de meterse entre pecho y espalda
ese selecto elixir espirituoso, ignorando por completo los efectos secundarios
que pudieran producirse en tan comburente y húmeda, a la vez, mañana estival.
Uno de los temas de conversación estuvo relacionado con el
deporte UFC (Ultimate Fighting Championship), unas
artes marciales mixtas que consiste en una pelea entre competidores de
distintos estilos, en un combinado de artes tales como: boxeo, jiu-jitsu
brasileño, sambo, lucha, muay thai, karate, judo, entre otros.
Esto es algo que está arrasando actualmente en audiencias televisivas y en
asistencia a los pabellones, donde el ring es una jaula octogonal con una lona
acolchada, en la que parece que vale casi todo, con algunas excepciones, claro…
como por ejemplo: pisar la cabeza del adversario. Una lucha completa, un gran
espectáculo sensacionalista que se nutre por aquellos espectadores ávidos de
violencia, con una carga agresiva que dista mucho de la filosofía oriental
pacifista del yin y el yang.
También hubo otros temas de tertulia, pero estos mejor
dejarlos en el secreto del sumario, pues el momento solaz de desinhibición y
esparcimiento, daba pie a comentarios y chascarrillos no siempre aptos a la
ética del lector y objeto de autocensura de este cronista.
En esa mañana previa a la noche de San Juan, en la que arde
una parte de la península bañada por el Mediterráneo, los Buidaolles comparten
viandas y tertulia, igual que dice la canción “Fiesta” de Joan Manuel Serrat en una de sus estrofas:
“…en la noche de San Juan,
como comparten su pan,
su tortilla y su
gabán,
gentes de cien mil
raleas”
Curiosamente, la versión original, antes de ser censurada en
la época franquista, en lugar de “tortilla”,
decía “mujer”. No obstante, Los Buidaolles es posible que no
llegaran a atreverse a hacer lo que la versión original recomienda.
José González Fernández