viernes, 24 de enero de 2020

Bar Los Navarros, calle Denia, 56, Valencia. (24-01-2020)

Más dolor que gloria.

            Nada parecía claro en aquella nublada mañana del día 24 de enero. Después de casi una semana en la que se habían dado cita todos los fenómenos atmosféricos en una persistente borrasca, a la que los meteorólogos habían denominado «Gloria»-; la lluvia, la nieve y el granizo estaban dando una tregua a los campos, a las playas y a los espacios urbanos inundados por los ríos desbordados con su inexorable lodazal, aunque los estratocúmulos oscurecían la mañana e impedían al astro sol llegar con sus rayos hasta la húmeda superficie devastada. La nieve cortaba carreteras y aislaba pueblos, pero era acogida con regocijo en aquellos puertos de montaña donde el deporte blanco se llevaba disfrutando desde octubre del año anterior.

            Negocio para algunos y pérdidas económicas -y en algún caso humanas- para otros.  En definitiva, más pena que gloria, durante aquellos días en los que la película de Almodóvar «Dolor y Gloria», parecía perfilarse como favorita en los certámenes del séptimo arte.

         
  Los Dalton Buidaolles se dan cita esta vez en el bar Los Navarros, que está situado en el barrio más castizo de la ciudad –o más «cool» como diría algún esnob-; en el que la sensación de fiesta permanente se la ofrecen los numerosos bares y restaurantes que concurren en sus bulliciosas calles. A Ruzafa, la tradición fallera le ha dado su fama como un lugar de visita obligada para propios y extraños, y, en la actualidad, el fenómeno de gentrificación ha encarecido los espacios permitiendo la rehabilitación de muchas viviendas, conservando sus fachadas de estilo modernista. Sin embargo, esta constante celebración -o jolgorio- tiene como consecuencia otra cara menos amable: los residentes en la zona difícilmente encuentran la paz y la tranquilidad, y tanta fiesta llega a resultar incómoda, salvo que se mimeticen con el ambiente.


         
  En el bar Los Navarros, la variedad para el almuerzo no es gran cosa, no obstante, la calidad de sus productos te permite degustar un generoso bocadillo, tanto en su tamaño como en el contenido del entrepan.  Blanco y negro con pimientos, chipirones con habas y ali i oli, tortilla de patatas… entre otros productos, pueden conseguir un potente esmorzaret.


            El pequeño recinto de este establecimiento no permite albergar a muchos comensales. En un local de cierta antigüedad, cuyo regente ha heredado hasta el nombre del anterior propietario, se conservan objetos vintage; esos que ya solo podemos encontrar en algún museo de artes y costumbres populares o en la casa de la abuela.  Amontonados en repisas o estantes; podemos ver sin arte ni concierto; revueltos entre libros, botellas y otros objetos inservibles: aparatos de radio de los años treinta, cajas registradoras antiguas, máquinas de coser, aspas de viejos ventiladores… y todo, echando en falta la ausencia del plumero o de la bayeta; cubierto de polvo y telarañas, causando la sensación de que se encontraran en un desván o cuarto trastero.   Llama la atención una máquina a modo de depósito o bomba de presión anclada en la pared, que en su día sirvió para producir agua con gas y que, según comentó la camarera, se sigue utilizando en la actualidad.


            En ese día previo al certamen de los premios del cine español, el medio ambiente se seguía deteriorando, y las fuerzas de la naturaleza respondían con «danas» en los países mediterráneos y con grandes incendios y deforestación en nuestras antípodas. Más dolor que gloria producían esas nubes que, por una parte, llenaban los pantanos, pero por otra causaban devastación y dolor en aquellos lugares en los que descargaban su carga torrencial.

Este tema fue recurrente en la tertulia de Los Buidaolles, así como el de las grandes infraestructuras hidráulicas que llevan el agua a determinados territorios de la geografía española.  

Se habló también de la música de los sesenta y setenta, y algunos decían que era la mejor; era obvio que se trataba de la que comenzaron a descubrir en su virginal adolescencia, aquella que les llevó a sus furtivos escarceos de amoríos y llegadas a casa fuera de la hora autorizada, con el consiguiente responso paternal. Era por tanto la música de referencia de la mayoría de Los Dalton Buidaolles, a quienes les parecía que -parafraseando a Jorge Manrique- cualquier tiempo pasado fue mejor.  Esa misma noche se darían cita en «La Rambleta» -centro cultural de la Ciudad- para oír a Pink Tones: un conocido grupo español que hace un tributo a Pink Floyd y ofrece un directo de gran calidad.




Porque a este grupo de compañeros y amigos no solo les une el buen yantar, también mantienen otras aficiones culturales que les proporcionan esos pequeños momentos de efímera felicidad.

Darío Navalperal

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