Más dolor que gloria.
Nada parecía claro en aquella nublada mañana del día 24
de enero. Después de casi una semana en la que se habían dado cita todos los
fenómenos atmosféricos en una persistente borrasca, a la que los meteorólogos
habían denominado «Gloria»-; la
lluvia, la nieve y el granizo estaban dando una tregua a los campos, a las
playas y a los espacios urbanos inundados por los ríos desbordados con su
inexorable lodazal, aunque los estratocúmulos oscurecían la mañana e impedían
al astro sol llegar con sus rayos hasta la húmeda superficie devastada. La
nieve cortaba carreteras y aislaba pueblos, pero era acogida con regocijo en
aquellos puertos de montaña donde el deporte blanco se llevaba disfrutando
desde octubre del año anterior.
Negocio para algunos y pérdidas económicas -y en algún
caso humanas- para otros. En definitiva,
más pena que gloria, durante aquellos días en los que la película de Almodóvar «Dolor y Gloria», parecía perfilarse
como favorita en los certámenes del séptimo arte.
Los Dalton Buidaolles se dan cita esta vez en el bar Los Navarros, que está situado en el barrio más castizo de la ciudad –o más «cool» como diría algún esnob-; en el que la sensación de fiesta permanente se la ofrecen los numerosos bares y restaurantes que concurren en sus bulliciosas calles. A Ruzafa, la tradición fallera le ha dado su fama como un lugar de visita obligada para propios y extraños, y, en la actualidad, el fenómeno de gentrificación ha encarecido los espacios permitiendo la rehabilitación de muchas viviendas, conservando sus fachadas de estilo modernista. Sin embargo, esta constante celebración -o jolgorio- tiene como consecuencia otra cara menos amable: los residentes en la zona difícilmente encuentran la paz y la tranquilidad, y tanta fiesta llega a resultar incómoda, salvo que se mimeticen con el ambiente.
En el bar Los Navarros, la variedad para el almuerzo no es gran cosa, no obstante, la calidad de sus productos te permite degustar un generoso bocadillo, tanto en su tamaño como en el contenido del entrepan. Blanco y negro con pimientos, chipirones con habas y ali i oli, tortilla de patatas… entre otros productos, pueden conseguir un potente esmorzaret.
El pequeño recinto de este establecimiento no permite albergar
a muchos comensales. En un local de cierta antigüedad, cuyo regente ha heredado
hasta el nombre del anterior propietario, se conservan objetos vintage; esos que ya solo podemos
encontrar en algún museo de artes y costumbres populares o en la casa de la
abuela. Amontonados en repisas o
estantes; podemos ver sin arte ni concierto; revueltos entre libros, botellas y
otros objetos inservibles: aparatos de radio de los años treinta, cajas
registradoras antiguas, máquinas de coser, aspas de viejos ventiladores… y todo,
echando en falta la ausencia del plumero o de la bayeta; cubierto de polvo y
telarañas, causando la sensación de que se encontraran en un desván o cuarto
trastero. Llama la atención una máquina a modo de
depósito o bomba de presión anclada en la pared, que en su día sirvió para
producir agua con gas y que, según comentó la camarera, se sigue utilizando en
la actualidad.
En ese día previo al certamen de los premios del cine
español, el medio ambiente se seguía deteriorando, y las fuerzas de la
naturaleza respondían con «danas» en
los países mediterráneos y con grandes incendios y deforestación en nuestras
antípodas. Más dolor que gloria producían esas nubes que, por una parte,
llenaban los pantanos, pero por otra causaban devastación y dolor en aquellos
lugares en los que descargaban su carga torrencial.
Este tema fue recurrente en la
tertulia de Los Buidaolles, así como el de las grandes infraestructuras hidráulicas
que llevan el agua a determinados territorios de la geografía española.
Se
habló también de la música de los sesenta y setenta, y algunos decían que era
la mejor; era obvio que se trataba de la que comenzaron a descubrir en su
virginal adolescencia, aquella que les llevó a sus furtivos escarceos de
amoríos y llegadas a casa fuera de la hora autorizada, con el consiguiente
responso paternal. Era por tanto la música de referencia de la mayoría de Los
Dalton Buidaolles, a quienes les parecía que -parafraseando a Jorge Manrique-
cualquier tiempo pasado fue mejor. Esa
misma noche se darían cita en «La
Rambleta» -centro cultural de la Ciudad- para oír a Pink Tones: un conocido
grupo español que hace un tributo a Pink Floyd y ofrece un directo de gran
calidad.
Porque a este grupo de compañeros y
amigos no solo les une el buen yantar, también mantienen otras aficiones
culturales que les proporcionan esos pequeños momentos de efímera felicidad.
Darío Navalperal
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