La
suave brisa de días anteriores se había convertido en un viento que no llegaba
a enfriar y que, a lo largo de la mañana, iba barriendo las nubes convectivas y
estratiformes, con apariencia de ovnis, desde el mar hasta la huerta y sus
núcleos de población.
El tiempo variable primaveral de
aquella mañana, animaba, como cada viernes, a que Los Dalton Buidaolles
visitaran un nuevo local de los recomendados en los buscadores y páginas que
califican el nivel de calidad de los establecimientos. Esta vez tocaba el Bar
Lasmi de Burjasot, un local ya visitado en una ocasión anterior, pero en el
que, por no haber reservado, se encontraron con que no había mesa libre y
tuvieron que marcharse a otro no muy alejado de este.
El olor de carne a la brasa
parecía ser el reclamo principal del Bar Lasmi, especializado en el esmorzaret.
Guiados por ese deleite olfativo que les despertó el deseo en su anterior
frustrada visita, los Buidaolles reinciden en el mismo establecimiento, motivados
por ese grato recuerdo.
Burjasot está situada en la Huerta
Norte de Valencia, dentro de su área metropolitana –con tantos habitantes como Teruel–; prácticamente unida a la gran
ciudad del Turia, y que se nutre de la misma al tiempo que le sirve, como
tantos otros municipios, de dormitorio y expansión urbanística. La economía de
esta localidad está basada fundamentalmente en el sector terciario, y, sobre
todo, debido al auge que en las últimas décadas le ha proporcionado el
establecimiento de diversas facultades de la Universidad de Valencia.
El Bar Lasmi –muy cerca
del campus universitario y de algún instituto de secundaria–, destaca por su brasería,
ofreciendo productos de calidad y variedad a buen precio, como es el pollo a la
brasa con diversos productos de guarnición, tales como habas, berenjenas, coliflor…
entre otros. También algunos procedentes del mar, como es el caso de la fritura
de calamares. Ofrecen un buen servicio con plato o bocadillos generosos, y a un buen precio. Todo con un servicio rápido y
agradable. Sin embargo, este local no puede destacar por su comodidad. Con un
aforo interior muy reducido y un patio semicubierto junto a la zona de
barbacoa, el numeroso público que se da cita en este local, no encuentra aquí
un lugar adecuado para la tertulia o para relajarse después de una agitada
mañana laboral; más bien al contrario, de aquí sales con más estrés. Menos mal
que los clientes habituales suelen ser, en su mayoría, aquellos que disponen de
los quince minutos retribuidos para el bocadillo matutino; por lo que no es
nada apropiado para jubilados que quieran echar una partida de cartas o para empresarios
que quieran cerrar aquí un negocio económico con una cerveza y unas tapas. Además,
el local comunica a dos calles, con una puerta que da al patio de la barbacoa y
otra que da a la zona interior. Pues bien, un día de aire como el de este
viernes; si estás en el interior te llevas impregnado en la ropa el olor del
humo de las viandas en pleno proceso de asado, y si te toca en el patio, te
llevas también las cenizas.
Se echa en falta también en este
bar, –que suele atraer por sus carnes a la brasa–, la ausencia de carne de caballo,
ternera o cerdo, al menos en ese día. Tampoco aquí sirven el típico cremaet en
el almuerzo. Como es obvio, no se puede concebir el esmorzaret sin este cóctel
tan autóctono.
En ese día, a pesar de la contaminación acústica del local, los
Buidaolles hablaban del último concierto de Bob Dylan a su paso por Valencia;
de los escritores clásicos como Góngora y su rivalidad con Quevedo; de Kafka,
el bohemio de origen judío que tanto ha influido en la literatura universal; y
de otros temas más prosaicos como es el caso de las medidas fiscales de subida
de impuestos, que la política económica expansiva del partido socialista pensaba
llevar a cabo.
Todo ello en un clima, como de
costumbre, de cordialidad, armonía y de celebración del solaz momento que ponía
fin a la semana laboral.
Darío Navalperal
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