sábado, 22 de septiembre de 2018

Bar Serrería, calle de la Serrería, 49, Valencia (21-09-2018)


            Al este de la Ciudad, desde la avenida del puerto hasta la estación de tren de El Cabañal, donde termina la avenida de Blasco Ibáñez, transcurre la calle Serrería, cuyo nombre se lo debió dar alguna fábrica hasta la que llegarían los troncos a través del ferrocarril, para ser convertidos en la materia prima de la industria del mueble, de las traviesas de las vías del tren, de la construcción naval… entre otras muchas utilidades que se le podrían dar en la zona; cuando la madera llegada entonces de la inmensa foresta levantina  constituía una fuente de riqueza importante para toda la región.

            Aquella vieja estación - ya en el distrito de El Cabañal-Cañamelar - fue derruida, construyéndose la nueva a 150 metros al norte de donde estuvo ubicada la antigua. Tampoco queda nada de la antigua fábrica de cerveza “El Águila” – construida en 1944, cuyo edificio fue demolido en 1990 -, junto a la que pasaban las propias vías del ferrocarril antes de ser soterradas. Su solar se ha convertido ahora en un polideportivo municipal y el espacio por donde pasaban las vías es el que conforma la misma calle Serrería y otras aledañas.

            En ese enclave eminentemente urbano se encuentra el Bar Serrería, un local que no cuenta con un gran aforo interior, pero sí con terraza.
            El mayor aliciente que presenta este establecimiento es su gran variedad de productos para el almuerzo. Todos a la vista, perfectamente expuestos, con un servicio esmerado, rápido y, en definitiva, eficiente.
Difícil decidir ante tan amplia y apetitosa oferta; la cara de satisfacción de estos Buidaolles, no se sabe si es debido al efecto hipnótico que ejercen los seductores manjares en los sentidos del olfato y de la vista, o a las acariciantes palabras de la camarera, quien adulaba a todos los clientes con frases cariñosas y lisonjas varias.  
            Bocadillos de todas clases y platos combinados aparecieron sobre aquella mesa alargada ocupada por once comensales. Carne con cebolla y pimientos, cazón con habas, platos combinados con berenjenas y calamares, tellinas con tomate, el típico esgarraet… entre otros productos, fueron degustados ese día en la terraza del establecimiento.

A la sombra de las sombrillas o a la del propio edificio, ese día se estaba bien en la calle; no hacía calor ni tampoco viento, y daba gusto, un día más, continuar con la habitual tertulia que caracteriza estos encuentros.

       Ese día se seguía rumiando el desconcierto del comienzo del curso académico y, en tono de humor, se hablaba de los intentos de los jefes por torpedear al grupo de Los Dalton Buidaolles, para evitar así que coincidieran con hora libre en la franja horaria del almuerzo. Con recelo se percibían esas lúdicas y hedonistas salidas del numeroso grupo que, con toque festivo, daba la impresión de que adelantara el comienzo del fin de semana. Sin embargo, al final, parece que surgió la cordura, siendo conscientes de que esas preferencias de librar a media mañana un par de horas, daba lugar a que otros compañeros y compañeras pudieran entrar más tarde y salir más temprano, resultando compatible tal desiderata; en una jornada de dos turnos con franjas horarias desde las ocho hasta las 21 horas, se podían hacer muchas combinaciones y contentar a todo el mundo.

       Desde aquí, una vez más, queremos poner de manifiesto que el objetivo de esta banda de pacíficos - aunque glotones – docentes, además de darse un pequeño festín, también tratan de llevar a cabo una de las dinámicas de grupo más importante en la organización de empresas u organismos públicos, la cual consiste en canalizar la relación informal, producida fuera del ámbito de trabajo, hacia estructuras formales como pueden ser los equipos educativos y de coordinación didáctica. 

   Ese conocimiento mutuo de las diversas personalidades en un ambiente distendido, da lugar a que se produzca la sinergia necesaria en el trabajo del día a día y ayude a la resolución de conflictos. Por otra parte, el objetivo también es cultural, pues se trata de revitalizar una tradición tan arraigada a esta tierra como es la del esmorzaret, al tiempo que, a través de esta humilde página, se dan a conocer los rincones de la Ciudad y de su área metropolitana: su economía, sus costumbres, sus formas de vida… dentro de un contexto histórico y geográfico.

       El espacio tan reducido entre la carretera y la terraza del bar impedía sacar una foto completa del grupo sin poner en peligro el ser atropellado por alguno de los muchos vehículos que a esas horas circulaban por la calle Serrería. No obstante, dos simpáticas chicas de la mesa de al lado: Laura y María, se mostraron dispuestas a sacar la foto al grupo completo situándose en la misma carretera. Desde aquí nuestro agradecimiento.
       En ese día soleado que subía de nuevo la temperatura y parecía preparar el cronológico “Veranillo de San Miguel”.

Darío Navalperal

           

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