sábado, 23 de junio de 2018

Cervecería Guimerá, calle Ángel Guimerá, 20, Valencia. (22-06-2018)





            En la gran Ciudad, el pulso de lo cotidiano se dejaba sentir en el bullicio de las calles del centro urbano.  También en el tráfico - tanto subterráneo como superficial -, en el nivel de decibelios producido por las sirenas, y en los comercios y bares de las manzanas de edificios que se concentran en algunas calles como la de Ángel Guimerá.



            Las aceras ahora habían cambiado el jacarandoso color malva de su tapiz, por el amarillo de las flores de acacia y el rojo de las de eucalipto ornamental. Era el segundo día de verano que se presentaba, ya a las diez de la mañana, con la amenaza de la temperatura de batir el record anual; a la misma hora en que Los Dalton Buidaolles, como de costumbre en viernes, visitaban la Cervecería Guimerá, de la calle Ángel Guimerá, 20, de Valencia.



            No podían faltar ese día a su cita, pues ya el viernes anterior, a consecuencia de otros eventos también gastronómicos, no acudieron al habitual encuentro.



            Esta vez el establecimiento que visitaban se localiza en el casco urbano de Valencia, eso sí, a extramuros de lo que fue la muralla cristiana, pero con una gran superpoblación. La Cervecería Guimerá está en la calle a la que le da el nombre el gran escritor, considerado el máximo exponente del resurgimiento de las letras catalanas, Ángel Guimerá. Un escritor de madre canaria y padre catalán, que nació en Santa Cruz de Tenerife aunque se crió en Cataluña.



            La Cervecería Guimerá, a pesar de tener muy buena crítica, no es, ni de lejos, de los mejores lugares de la Ciudad para almorzar. Está ubicada en una calle donde es imposible aparcar - ni en ella ni en las calles aledañas -. Por otra parte, se trata de un local de pequeño aforo que puede llenarse en cualquier momento, sin que merezca la pena esperar a que se quede mesa libre. Sin embargo, hay que alegar en su defensa, que esta opinión fue altamente rebatida por otros Buidaolles de estómagos agradecidos, quienes mostraban su aquiescencia o conformidad con las viandas recibidas.  Es que después del buen paseo en bici o a pie hasta llegar al lugar, los jugos gástricos llegaron a alterarse tanto, que todo lo que se le echaba a la boca entraba cual vertido en taza de excusado.

 



No obstante, algunos bocadillos como el de sangre encebollada con pimientos o el de habitas con chipirones, tenían buena pinta, aunque, en este último caso, las habitas fueran habas de buen tamaño, como puede apreciarse en la foto.  No podemos decir lo mismo del bocadillo de rabas con all i olli: un producto de textura tan elástica cual goma de mascar, dentro de un pan correoso y de arrebatada cocción.    



Eso sí, en cuanto al servicio, nada que objetar:   rapidez y trato exquisito fueron sus notas predominantes.



            La noticia de ese día era el comienzo de los Juegos Olímpicos del Mediterráneo en la ciudad de Tarragona. La polémica estaba servida, pues no estaba claro cómo iban a recibir al Rey los partidos independentistas catalanes.



            Ese mismo día se produjeron manifestaciones, en distintas ciudades de España, en protesta por la decisión judicial de excarcelar a los miembros de “La Manada”, concediéndoles la libertad provisional, bajo fianza de 6.000 euros, a cada uno de los cinco.  Esto fue algo difícil de entender por casi todos los sectores de la población; partidos políticos, sindicatos, asociaciones feministas… abogaban por la modificación del derecho penal. Sin embargo, la presión social y mediática hacia las decisiones judiciales eran palpables, sin llegar a profundizar en el papel del tercer poder del Estado, el cual consiste en interpretar las leyes, sin la posibilidad de cambiarlas.



            Aquel día también fue noticia entre los Buidaolles el hecho de que, en la tarde del día anterior, un tal “Darío Navalperal” había presentado una novela llamada “El eslabón roto”, a la que habían asistido de forma mayoritaria. La pregunta era: ¿pasaría sin pena ni gloria como tantas otras operas primas de autores que no llegan ni a ser conocidos en su propio barrio, o, por el contrario, sería un globo sonda para futuras publicaciones? El tiempo lo diría. De momento el libro podría servir para decorar una estantería, descubrir alguna que otra intimidad oculta del propio autor o, simplemente, para tapar algún desconchón de la pared del comedor que no puede cubrir el mueble-bar. 

  

            En la noche de aquel día, todos ellos acudirían al anual acto de graduación del CIPFP Ausiàs March y a la posterior cena de profesores, con lo que se debían evitar los excesos mañaneros. No obstante, aquel día había que hacer una excepción, pues uno de Los Buidaolles, el más próximo a la jubilación, tuvo el gusto y la generosidad de pedir una botella de cava y brindar a la salud de todos, por los buenos momentos vividos con la banda a lo largo del año, y por los que le quedaban por vivir; pues la jubilación no significa la salida de este club gastronómico-social en el que, más allá de la relación de trabajo, predomina la amistad.

                                   Darío Navalperal

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