Bar Cafetería l'Horta (Castellar -Oliveral) 13 de Enero de 2017
Este viernes 13, día maldito en
algunos países pero que aquí sólo suena a película de terror, Los Dalton
Buidaolles inician el nuevo año con la visita a Castellar- Oliveral, una
barriada de la Huerta Sur donde se encuentra el Bar Cafetería l’Horta. Como no podría ser de
otra manera, su nombre hace referencia a la huerta, a lo que fue su entorno y
que, algo mermado, aún sigue siendo.
El nombre de Castellar tiene
su origen en una alquería andalusí de Castelló de l’Albufera, y Oliveral en los
olivos plantados en una elevación en torno a la cual surgió el poblado.
Esta
unión de dos poblados, - Castellar y
Oliveral – forman una pedanía de Valencia, de la que le separan las
infraestructuras: nuevo cauce del río Turia, autovías, ferrocarril… al igual
que otros barrios ya mencionados en anteriores capítulos. Sin embargo, conserva
aún una parte importante de la huerta
que le une con otros poblados cercanos a la albufera, algo que le ha
proporcionado su principal fuente de recursos económicos: la agricultura
tradicional. Un paraíso natural de huerta ahogado por las infraestructuras que
le dificultan la comunicación con la ciudad.
El
monumento principal de esta zona es la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de
Lepanto, del año 1868, mantiene una sola torre y otra iniciada, lo que
recuerda a “La Manquita”, - catedral de Málaga – con un estilo clasicista en su
fachada y barroco en su interior. Llama la atención el obelisco que hay junto a
la misma, sobre el que se puede apreciar una pajarita similar a las de
papiroflexia.
Castellar-Oliveral
conserva esa estructura de pueblo, reflejada en sus casas centenarias de estilo
modernista con una decoración de rerámica y motivos frutales, tal es
el caso de la que podemos observar en
la foto del año 1914 llamada “Villa Conejos”.
Los
Dalton Buidaolles llegan al momento del café y a la tertulia habitual, con los
chascarrillos, chistes y temas sociales de candente actualidad.
Un
año más, una semana más, un momento más de solaz evasión en el que se para el
tiempo, en el que se dejan atrás los problemas para desinhibirse y romper con los
formalismos profesionales y con los actos socialmente aceptados, dando rienda
suelta a los instintos que han estado sublimados durante toda la semana.
José
González Fernández
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