sábado, 21 de enero de 2017

Bar Hermanos Barberá (La Malvarrosa) 20 de enero de 2017


Es el día en que ese hombre de mirada severa, dedo acusador, paladín del dorado esperpento… toma posesión de su cargo como 45º Presidente de los Estados Unidos. Ese personaje que antes de llegar ya ha hecho temblar al mundo con sus amenazas, es obvio que no viene en son de paz; pues el pronunciar su propio apellido “Trump”,    ya de por sí suena a estruendo o impacto. No en vano, ya se ha encargado de sembrar hostilidades en los países de su entorno y en China. Su programa político representa las corrientes más conservadoras que preconizan el poteccionismo económico y el cierre de fronteras. Sin embargo, el alcance de ese pregonado enroque, está aún por ver. Es obvio que su agresiva actitud sólo forma parte de una estrategia de negociación, con la que busca asustar a sus futuros adversarios y que éstos renuncien a una parte de sus pretensiones. Igualmente, el tiempo dirá si esta política surtirá efecto imitación por parte de otras potencias económicas europeas.
Este ha sido uno de los temas de la tertulia del día de Los Dalton Buidaolles en su visita al Bar Hermanos Barberá, en el barrio de La Malvarrosa. El establecimiento se encuentra en la Avinguda dels Tarongers, 39, entre la playa y la UniversidadEl barrio, situado al Noreste de ciudad, se denomina así por la planta que lleva su nombre, que en otro tiempo creciera por la zona. Tanto a su playa como a su paseo marítimo, tan frecuentados en época estival, se les identifica también con ese evocador topónimo. Allí se encuentra restaurada la casa del novelista Vicente Blasco Ibáñez, y Sorolla se inspiró en su paisaje y su luz en una gran parte de sus pinturas. Un perfumista francés, Jean Felix Robillard, cultivó aquí este geranio para su fábrica de esencias en el año 1812. 

El barrio surge como un poblado marinero de clase humilde y poco adinerada. Sin embargo, los proyectos urbanísticos han ido transformándolo, construyéndose edificios de pisos caros en lo que antes eran casas, atrayendo con ello a una población de mayor poder adquisitivo, que ha elegido vivir junto al mar. En la actualidad cuenta con algo más de 14.000 habitantes.
Uno de los monumentos importantes del barrio, que forma parte del patrimonio histórico artístico, es el Hospital-Asilo San Juan de Dios, edificio modernista que data de 1907, con estructura metálica y ladrillo visto en todo el edificio como elemento de expresión, con frisos cerámicos, lo cual le da una apariencia distinguida. Fue diseñado por Francisco Mora Berenguer, quien diseñó también el mercado de Colón, del mismo estilo.
El barrio cuenta también con un hospital clínico universitario, que está justo enfrente de la playa.

El Bar Hermanos Barberá tiene un amplio local donde es difícil encontrar mesa libre a determinadas horas de la mañana. Un establecimiento moderno que intenta reflejar en la decoración de sus paredes, en gran tamaño, los iconos más populares de la ciudad de Valencia: La Virgen de los Desamparados, las construcciones modernistas emblemáticas, el equipo de futbol del Valencia en su época dorada… símbolos comunes con los que se identifican la mayoría de su clientela. Como plato interesante en su degustación ofrece el bacalao con huevo frito y cebolla.


El duro y crudo invierno se estaba dejando notar en toda la península y, de forma especial, en la zona de Levante. Las temperaturas bajaron considerablemente y llegó a nevar a nivel del mar, en lugares donde hacía más de noventa años no lo hacía.  Denia, Alicante, Torrevieja y una gran parte de la provincia de Valencia, se llegaron a cubrir con el espeso blanco manto, y, en algunas zonas, produciendo cortes de carreteras y suministros energéticos. Este viernes, había estado lloviendo durante toda la noche en la ciudad del Turia y, justo en el momento del almuerzo, daba la impresión de que se hubieran desatado las fuerzas de la naturaleza con toda su ferocidad; rayos, truenos, granizo… se dieron cita esa mañana como si de un conjuro se tratara.  El fuerte oleaje azotaba todo el litoral, llegando a anegar algunas playas, como era el caso de la del Saler, la de Pinedo y también la de La Malvarrosa.

No obstante, sin temer al frío, al viento o a la lluvia, Los Dalton Buidaolles fieles a lo que ya se está convirtiendo en un ritual o deber inexcusable, acuden a su cita semanal en la que lo importante no es sólo comer, sino también la relación, la tertulia, la risoterapia, el intercambio de vivencias tanto personales como profesionales… en definitiva, la convivencia de un grupo informal que facilita la relación en los grupos formales y mejora la comunicación y eficiencia de los mismos.

José González Fernández




Bar Cafetería l'Horta (Castellar -Oliveral) 13 de Enero de 2017




            Este viernes 13, día maldito en algunos países pero que aquí sólo suena a película de terror, Los Dalton Buidaolles inician el nuevo año con la visita a Castellar- Oliveral, una barriada de la Huerta Sur donde se encuentra el  Bar Cafetería l’Horta. Como no podría ser de otra manera, su nombre hace referencia a la huerta, a lo que fue su entorno y que, algo mermado, aún sigue siendo.

            El nombre de Castellar tiene su origen en una alquería andalusí de Castelló de l’Albufera, y Oliveral en los olivos plantados en una elevación en torno a la cual surgió el poblado.

Esta unión de dos poblados,  - Castellar y Oliveral – forman una pedanía de Valencia, de la que le separan las infraestructuras: nuevo cauce del río Turia, autovías, ferrocarril… al igual que otros barrios ya mencionados en anteriores capítulos. Sin embargo, conserva aún una parte importante de la  huerta que le une con otros poblados cercanos a la albufera, algo que le ha proporcionado su principal fuente de recursos económicos: la agricultura tradicional. Un paraíso natural de huerta ahogado por las infraestructuras que le dificultan la comunicación con la ciudad.

En la actualidad Castellar-Oliveral cuenta con una población de algo más de 7.000 habitantes que padecen los problemas típicos de las zonas alejadas del centro: transporte deficiente, escasez de equipamientos y desempleo elevado. Algunos ciudadanos piensan que Castellar-Oliveral es una rotonda con huerta en medio que resistió ante el desenfreno del ladrillo, a pesar que sobre su territorio planeaba la sombra de ese buitre llamado especulación. La asociación de vecinos sigue luchando para que no se derriben sus alquerías centenarias y se habiliten mejores servicios de transporte urbano.  Sin embargo, aquí no se detectan los problemas sociales de otros barrios dentro del casco urbano de la ciudad.
El monumento principal de esta zona es la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Lepanto, del año 1868, mantiene una sola torre y otra iniciada, lo que recuerda a “La Manquita”, - catedral de Málaga – con un estilo clasicista en su fachada y barroco en su interior. Llama la atención el obelisco que hay junto a la misma, sobre el que se puede apreciar una pajarita similar a las de papiroflexia. 
Castellar-Oliveral conserva esa estructura de pueblo, reflejada en sus casas centenarias de estilo modernista con una decoración de rerámica y motivos frutales, tal es el caso de la que podemos observar en la foto del año 1914 llamada “Villa Conejos”.







El Bar-cafetería l’Horta, está en Vicente Puchol, 16 y su producto más solicitado es el bocadillo de carne de caballo con ajetes tiernos, patatas fritas y all i olli. Posiblemente, el lugar donde mejor lo sirven de los, hasta el momento, visitados. Tal vez por su carne tan tierna, el pan tan crujiente o la buena combinación con el resto de los ingredientes.

Los Dalton Buidaolles llegan al momento del café y a la tertulia habitual, con los chascarrillos, chistes y temas sociales de candente actualidad.
Un año más, una semana más, un momento más de solaz evasión en el que se para el tiempo, en el que se dejan atrás los problemas para desinhibirse y romper con los formalismos profesionales y con los actos socialmente aceptados, dando rienda suelta a los instintos que han estado sublimados durante toda la semana.
José González Fernández







CASA TERE (BARRIO DE MALILLA) 16/12/2016
El cielo cubierto de nubes impedía a su majestad, el astro sol, hacer acto de presencia en la mañana de un viernes que olía a Navidad y a invierno. El líquido elemento, tímidamente salpicaba el asfalto cuando, tras unos días de tregua, llovía sobre mojado en la ciudad de Valencia. No era más que el preámbulo de lo que llegaría después: tormentas de rayos y truenos acompañadas de abundantes precipitaciones que azotaron a toda la costa levantina durante ese día y los cuatro siguientes.
Sin embargo, esto no sería un obstáculo para que Los Dalton Buidaolles, como cada viernes, iniciaran su encuentro en busca del deseado esmorzaret. Esta vez se dirigen a pie al barrio de Malilla, cercano al Instituto.
El barrio de Malilla, al sur de la Ciudad, cuenta con una población de 23.000 habitantes, en una zona de alta expansión y especulación urbanística cuyo origen se remonta a la época andalusí, en la que existía cerca de Ruzafa un rahal denominado “Malilla”, siendo donado por Jaime I, junto a las tierras de labranza, a las personas que vinieron a repoblar Valencia en el año 1238. Su nombre procede del camino que unía a las alquerías con Ruzafa, llamado “Camino viejo de Malilla” y posteriormente “Carrera Malilla”; una vía con adoquines hasta 1975, año en el que fue asfaltada.
Tras la riada de 1957 se lleva a cabo el Plan Sur, con el fin de desviar el cauce del río Turia y evitar las inundaciones en la ciudad. La división de tierras por dicho cauce, dio lugar a la formación del barrio. Una zona en la que siempre han existido aguas subterráneas, producto de una de las ocho acequias del río Turia; la de Favara, que desaparece en este barrio para volver a aparecer, recuperando su trazado original en la amplia zona regable de Benetúser y Alfafar. En Malilla aún se mantienen los canales o regadoras que conectan con dicha acequia, los cuales llevan agua a las distintas parcelas.
En la actualidad se está llevando a cabo, en la zona norte de este barrio, la construcción de un centro de interpretación o parque urbano con la estructura de huerto-jardín; una exposición al aire libre a escala real de lo que ha sido Valencia y su huerta, manteniendo y revitalizando su sistema histórico de canales dentro del entorno paisajístico.
En el barrio de Malilla, en la calle Juan Ramón Jiménez, 73 se encuentra Casa Tere, un lugar donde el almuerzo es tan barato porque, según nos comenta el dueño del negocio, se han tenido que adaptar a los duros tiempos de la crisis. Una crisis que ha azotado a la zona, paralizando cualquier iniciativa de construcción privada. Sin embargo, la calidad de los productos que ofrece se mantiene inalterable. Sirva de ejemplo esa tortilla de patatas entre el recién hecho pan; una delicia para el paladar y, de manera inexplicable, fácil de digerir. Un rico bocadillo con pimientos y panceta que ayuda a continuar la jornada y que da pie para que alguno de Los Dalton ayune hasta la hora de la cena, pues ese día tocaba también la tradicional cena de empresa. Una de esas cenas que sirven para reunir a una parte de la plantilla una vez al año; que ayudan a fomentar las relaciones informales y que luego surten efecto en las dinámicas de equipos de trabajo, pero que al mismo tiempo favorecen el consumismo navideño y no cubren las expectativas en cuanto en la relación calidad-precio.
Los Dalton Buidaolles prefieren siempre “las nueces al ruido” y, además de asistir a las protocolarias cenas, también acuden en la mañana del viernes, como si de un ritual religioso se tratara, a este local que, por su decoración, nos recuerda que ha llegado la Navidad, algo que significa vacaciones y que en pocos días llegarán esos sorteos de lotería que mantienen la ilusión y hacen que todo el mundo sueñe con que su vida va a cambiar. Pero también significa que es tiempo de reuniones familiares: con su alegría, con la pena por el que falta, con los brindis, con los besos, con las riñas… y con la práctica de todos los conjuros y rituales para recibir el nuevo año.

José González Fernández