La suave brisa procedente del sur no
impedía al malabarista del semáforo realizar su breve espectáculo en la nublada
mañana, cuando el tráfico era intenso en la hora punta. Aquel día en el que el
calendario estaba a punto de saludar a la estación invernal, la temperatura más
bien parecía situarnos en una cálida mañana estival, y sólo sería el preámbulo
de un inicio de la Navidad a pleno sol y con temperaturas por encima de la
media habitual para estas fechas.
El
Bar-restaurante Casa Montes se encuentra en la plaza del Obispo Amigo, 5, en
pleno corazón de la ciudad, muy próximo al centro neurálgico de la misma, en
una zona de una alta densidad de población. Su antigüedad se remonta a las
postrimerías de la Guerra Civil española; ha pasado de padres a hijos, y
en la actualidad es hábilmente regentado por el nieto del fundador:
una persona dinámica y de trato agradable, que ha sabido elevar la tradición
del esmorzaret a lo más alto del ranking culinario de la restauración en la
Comunidad Valenciana, no en vano ha obtenido, este mismo año, el premio del
«cacau d’or»: máximo galardón que se
otorga a los establecimientos con mejor almuerzo.
Las manitas de
cerdo en salsa es otro de los productos que podemos degustar en el almuerzo,
con esa salsa gelatinosa que invita a mojar hasta la última sopa de pan que
quede en el plato.
Pero si hay algo
que debamos destacar con cinco estrellas en este establecimiento es su
magnífico cremaet; tal vez el mejor de los degustados hasta el momento. Ese
equilibrio perfecto entre el contenido alcohólico, el café, la temperatura, la
canela, el azúcar y el limón; sin que destaque en exceso ninguno de sus
componentes, hace de esta bebida en Casa Montes un elixir casi digno de dioses.
No en vano, muchos son los personajes famosos, de una galería de fotos rotatoria,
que aparecen en una pantalla degustando el cremaet, aunque solo se trate de
imágenes de fotoshop. Además, la propia empresa ha querido hacerle un tributo,
y lo muestra en un luminoso a la puerta del local.
Por otra parte,
Casa Montes -que no dispone de grandes dimensiones-, completa su aforo todos
los días durante las 10 y las 11 horas. No obstante, las características de sus
instalaciones –con madera en sus paredes y buen aislamiento- permite la
tertulia sin interferencias sonoras procedentes de otras mesas. También resulta
atractiva su decoración, con algún cuadro de autor y el botellero iluminado que,
entre rejas, parece proteger a una guitarra española y a unas calabazas.
Todo esto en el que sería el almuerzo que festejaba no solo el fin
de semana, también, el hecho de que las vacaciones de Navidad habían llegado.
Darío Navalperal