sábado, 28 de septiembre de 2019

Bar Saladá & Almuerzos, calle Doctor Nicolás Alonso, 2, de Rocafort, Valencia (27-09-2019)


En otro tiempo, el río Turia y la extensa huerta rodeaban la amurallada ciudad casi en su totalidad, con la única excepción del puerto de mar y de los humildes poblados de pescadores que se elevaban en el litoral. A lo largo de los últimos siglos, masías, barracas y alquerías han ido transformado el paisaje huertano, que poco a poco sucumbe, en el actual siglo, ante la especulación urbanística y las comunicaciones por carretera y ferrocarril; cicatrices que el progreso ha ido dejando en la bucólica campiña, que llegó a ser despensa de una gran parte de la nación. Aquellas acequias del río, que desde siglos han sido fuente de vida y del principal recurso económico de la zona escrupulosamente gestionadas por El Tribunal de las Aguas, solo ayudan ahora a un deprimido sector primario, cuya influencia en el producto interior bruto de la Comunidad Autónoma representa un bajo porcentaje.



En el día de la fecha era noticia en todos los medios locales, regionales y nacionales el desalojo, por la fuerza, de la alquería «Forn de Barraca» ocupada por un grupo de activistas para impedir su demolición, en favor de la ampliación de la V-21 que dará acceso a la ciudad por el norte. 

Este y otros temas de la política local fueron objeto de un animado debate por parte de Los Buidaolles, con opiniones a favor y en contra de las obras en infraestructuras y de las políticas actuales del gobierno de la región y de la ciudad.

Pero lo más importante de ese luminoso día del veranillo de San Miguel era el almuerzo que cada viernes convocaba a Los Dalton Buidaolles. Un viernes en el que las borrascas de la semana anterior habían dado paso, de nuevo, a los treinta grados centígrados y a los cuerpos tumbados sobre las finas arenas de las playas valencianas.

La visita de ese día fue al Bar Saladá de Rocafort, municipio situado al Noroeste de la Ciudad, en lo que se denomina Huerta Norte. En la actualidad es un núcleo de población próximo a otros municipios como Godella o Burjasot. Su toponimia, de origen románico, hace pensar que procede del asentamiento, en torno a una roca, de algún núcleo de población con posterioridad a la conquista de Jaime I. En la actualidad es un municipio formado por urbanizaciones y zonas residenciales, una ciudad dormitorio de la clase media-alta valenciana.

El Bar Saladá es un confortable establecimiento que presenta una variada carta de bocadillos con el nombre de los municipios cercanos y del propio Rocafort. La comanda es anotada en la propia mesa y el servicio es rápido y organizado. Eso sí, el producto no se ve hasta que no te lo sirven, y la posibilidad de combinación de ingredientes está limitada a lo que especifica la carta. Sin embargo, existe una amplia variedad, en la que los productos de la tierra y los del mar se dan cita en los distintos tipos. La carne de caballo con ajetes tiernos, las morcillas y longanizas con pimientos, entre otros productos, se pueden encontrar en este bar de almuerzos. Aquí se incluye también el típico cremaet, y todo por un precio bastante aceptable. No obstante, hemos de hacer mención, una vez más, al pan. De la calidad del pan depende el ochenta por ciento del éxito de un buen bocadillo. En este caso se trataba de un pan correoso, difícil de masticar, algo que se podría haber solucionado dándole, simplemente, una pasada por el tostador.


Las posiciones encontradas, en la tertulia matutina, no impedía ver las caras sonrientes de aquel grupo que, aunque con planteamientos sociales y políticos bastante encontrados, nunca renuncian a la amistad.

Darío Navalperal


jueves, 26 de septiembre de 2019

Bar-Restaurante Puerta del Mar, carrer dels transits, 4, de Valencia (20-09-2019)


«Vivir para contarla»

La brumosa mañana del viernes 20 de septiembre anunciaba chaparrón, uno más al final de aquel tórrido verano de 2019, en el que las fuerzas de la naturaleza en forma de dana (acrónimo cuyo significado es: “depresión aislada en niveles altos”, además de ser un homenaje al meteorólogo Francisco García Dana) habían azotado sin piedad a la costa levantina; inundando ciudades y cultivos, para dejar a su paso un número importante de damnificados.


El maltratado planeta azul, a causa de los gases de efecto invernadero, se suele vengar a veces de sus habitantes, sometiéndoles al cruel castigo antes llamado «gota fría», y que se suele producir en los territorios cercanos al litoral y estuario de los ríos. 



No obstante, a pesar de las inclemencias del tiempo, Los Dalton Buidaolles vuelven a la carga un viernes más con esa tradición del esmorzaret. Siguiendo la costumbre habitual inician el nuevo curso en el Bar-Restaurante Puerta del Mar, en carrer dels transits, 4, en el centro urbano de la ciudad, muy cerca de la plaza del Ayuntamiento y del mismo casco histórico. Para localizar el establecimiento, no debemos orientarnos por el arco monumental «Porta del Mar» situado en la plaza que le da el nombre, a más de seiscientos metros al noreste, el Bar-Restaurante Puerta del Mar se encuentra en una angosta calle peatonal de esa transitada y turística zona que, en otro tiempo no quedaba tan lejos del mar; de ahí el nombre de las vías aledañas tales como: calle de las barcas o calle del mar.



El Bar-Restaurante Puerta del Mar hace honor a su nombre, y en él se pueden degustar los más diversos y frescos productos del mar, así como otros muchos procedentes de la huerta valenciana. Su decoración le da un aire de bodega o antiguo mesón y le convierten en un confortable establecimiento especializado en todo tipo de arroces y otros platos de la cocina tradicional valenciana, así como en el típico esmorzaret.





Gran variedad de productos para el bocadillo en un pan crujiente fácil de deglutir, con un organizadísimo servicio de atención rápida al cliente; pues solo has de llegar, coger un número que se corresponde con una mesa, y pedir en la barra la comanda. En pocos minutos te atienden a pesar de que la concurrencia complete el aforo: lo cual suele ser frecuente entre las 10 y las 11 de la mañana. El asequible precio incluye ese cremaet tan necesario cuando las frescas y húmedas mañanas hacen acto de presencia en la ciudad.




Un año más, un curso más, una semana más… aquí estamos, para narrar ese epicúreo momento que nos permite compartir la amistad y disfrutar de esas ambrosías que ofrecen los buenos templos gastronómicos.




Continuaremos narrando siempre que el tiempo y la salud no lo impida, dando fe de la realidad tal y como la percibimos. Porque, como decía Gabriel García Márquez en su novela autobiográfica «Vivir para contarla», la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y como la recuerda para contarla.
«Darío Navalperal»