En
otro tiempo, el río Turia y la extensa huerta rodeaban la amurallada ciudad casi
en su totalidad, con la única excepción del puerto de mar y de los humildes poblados
de pescadores que se elevaban en el litoral. A lo largo de los últimos siglos,
masías, barracas y alquerías han ido transformado el paisaje huertano, que poco
a poco sucumbe, en el actual siglo, ante la especulación urbanística y las
comunicaciones por carretera y ferrocarril; cicatrices que el progreso ha ido
dejando en la bucólica campiña, que llegó a ser despensa de una gran parte de la
nación. Aquellas acequias del río, que desde siglos han sido fuente de vida y
del principal recurso económico de la zona —escrupulosamente
gestionadas por El Tribunal de las Aguas—, solo ayudan ahora a un deprimido sector primario, cuya influencia en el producto interior bruto de la Comunidad
Autónoma representa un bajo porcentaje.
Este y otros temas de la política local fueron objeto de un
animado debate por parte de Los Buidaolles, con opiniones a favor y en contra
de las obras en infraestructuras y de las políticas actuales del gobierno de la
región y de la ciudad.
Pero
lo más importante de ese luminoso día del veranillo de San Miguel era el
almuerzo que cada viernes convocaba a Los Dalton Buidaolles. Un viernes en el
que las borrascas de la semana anterior habían dado paso, de nuevo, a los
treinta grados centígrados y a los cuerpos tumbados sobre las finas arenas de
las playas valencianas.
La
visita de ese día fue al Bar Saladá de Rocafort, municipio situado al Noroeste
de la Ciudad, en lo que se denomina Huerta Norte. En la actualidad es un núcleo
de población próximo a otros municipios como Godella o Burjasot. Su toponimia,
de origen románico, hace pensar que procede del asentamiento, en torno a una
roca, de algún núcleo de población con posterioridad a la conquista de Jaime I.
En la actualidad es un municipio formado por urbanizaciones y zonas
residenciales, una ciudad dormitorio de la clase media-alta valenciana.
Las
posiciones encontradas, en la tertulia matutina, no impedía ver las caras
sonrientes de aquel grupo que, aunque con planteamientos sociales y políticos
bastante encontrados, nunca renuncian a la amistad.
Darío
Navalperal