Aquel viernes previo a la semana de pasión, en el que en otras comunidades autónomas ya estaban de vacaciones escolares, en Valencia aún quedaban seis días para el inicio de las mismas. En este abril de clima variable, en el que se había iniciado con nieve en las cumbres y lluvia en el litoral, ahora volvía a mostrarse con su tibieza característica de un mes primaveral.
Esa plácida mañana, Los Dalton Buidaolles, como cada viernes, se reúnen para ir a almorzar. Esta vez deciden ir a Picaña: un municipio de la Huerta Oeste, al otro lado del cauce nuevo del río Turia, junto a ciudades como Torrente, Chirivella o Paiporta. Picaña es una localidad con zonas verdes de gran extensión de superficies arbóreas, y recoletas plazas con fuentes y ornamentos florales, en zona peatonal, por las que da gusto pasear y visitar sus numerosas tabernas, bares y restaurantes.
La toponimia del nombre de picaña «o picanya» es de origen incierto, sin embargo, su pasado románico, tardo mozárabe, con una fonética árabe posterior, induce a pensar a los historiadores, que viene de la palabra latina «pagania», con sus derivaciones posteriores en «pacania» hasta la actual «picanya». Tiene sentido el significado, pues se trataba de un núcleo de población apartado de la cristiandad de la Valencia visigoda, al otro lado del Barranco de Chiva; no en vano, en la actualidad, el carácter reivindicativo y contestatario de sus gentes se manifiesta de forma abierta: defendiendo los derechos de la mujer, lucha contra la violencia de género y… en general, por la igualdad de las personas. Un testimonio de ello lo podemos encontrar en las servilletas de sus establecimientos de hostelería, con los símbolos del género femenino o con el del lema «no es no».
la cafetería-restaurante El Celler de Peamflo, que pretende hacer honor a su nombre de bodega (celler en valenciano), y presenta en su restaurante una selección de caldos de importantes marcas y denominaciones de origen; unos vinos solo para el deleite del paladar de los más entendidos. Contrasta en su decoración esa ventana abierta a una plantación de viñas; aunque no sea más que una fotografía con luz, crea ese clima agradable y relajado, haciendo sentir al comensal la sensación de encontrarse en mitad del campo.
Una curiosidad de este establecimiento en los almuerzos es la forma de pedir la comanda, pues te hacen pasar hasta la cocina para elegir el bocadillo o plato que deseas; una manera de mostrar el producto en el lugar en el que se elabora, con la consiguiente garantía para el comensal.
camareras y cocineras.
«Peamflo» es un acrónimo de Pedro, Amparo y Florentino: socios y dueños de un establecimiento que merece la pena darse un paseo desde la Capital para comprobar sus bondades.
La tertulia de la mañana estaba relacionada con la campaña electoral de las elecciones que se celebrarían el día 28 del mismo mes de abril. Una campaña en la que todo parecía muy incierto. Aunque todas las encuestas daban como ganador al Partido Socialista, en detrimento del Partido Popular y de Unidas-Podemos, la incertidumbre se materializaba en el alto porcentaje de indecisos. Por otra parte, llamaba la atención la irrupción en la escena política del partido de extrema derecha Vox, del que se auguraban unos resultados que podrían sorprender a muchos; como ya lo hicieron en las elecciones andaluzas. Se comentaba en el coloquio-debate, que estos partidos –tanto de extrema derecha como de extrema izquierda- representaban a todo ese sector de indignados a quienes, durante tantos años, la bipolarización de los partidos mayoritarios había decepcionado y no había dado respuesta a sus expectativas.
Todo esto en una mañana más en las que las risas y los chascarrillos anulaban las tensiones que, ocasionalmente, se originaban a causa de los puntos de vista no siempre coincidentes, pero que no llegaban, en ningún momento, a socavar la amistad.
Darío Navalperal
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