A esas horas de la mañana el
mercurio marcaba ya 25 grados centígrados, lo que suponía una temperatura
superior a la media habitual para estas fechas en la ciudad del Turia; un
tiempo variable y muy propio de la primavera, en el que unos días llueve
torrencialmente, con la consiguiente bajada de temperaturas, y en otros, la
gente vuelve a tomar las calles ligeros de vestuario y ocupando las terrazas de
los lugares de buen yantar.
Ese
día tocaba ir al Bar Lekus, en el número 124 de la avenida del Cid; la gran
arteria que llega desde el oeste hasta casi el centro urbano de la Ciudad,
comunicando con la autovía A-3. En su origen se llamó Avenida de Castilla-La
Mancha, y surgió como una alternativa a la calle Quart, que era la única salida
natural hacia el oeste. En la actualidad es una de las avenidas con más
tráfico, a pesar de sus cuatro carriles y del paso subterráneo con la avenida
de Tres Cruces.
El Bar Lekus – justo
enfrente del Hospital General - consta de un recinto interior con un aforo no
muy grande, pero con una amplia terraza de mesas bajo carpa y otras bajo
sombrilla. Ese día, Los Dalton Buidaolles habían optado por almorzar en la
calle, medio protegidos del radiante sol por la inamovible y desequilibrada
sombrilla que, por norma de la casa, no se permitía mover a los clientes. Ello
daba lugar a que, inexorablemente, algún rayo de sol se colara de contrabando
por los espacios sin cubrir y deslumbrara en un sector de la mesa, produciendo
incomodidad, malestar y despotrique en alguno de ellos.
El malestar era también
generalizado ese día debido a la inesperada sentencia judicial de los “supuestos violadores” autodenominados “La Manada”: cinco jóvenes “depredadores” sevillanos que, según la
sentencia, abusaron de una chica que coincidió con ellos en los últimos San
Fermines de Pamplona. La mayoría de los
que intervenían en el coloquio coincidían en la tibieza del fallo de la sentencia,
entendiendo que la pena de nueve años de cárcel impuesta no se corresponde con
la gravedad del delito. Sin embargo, otros opinaban que la pena debe observar
el principio de proporcionalidad establecido en el Código Penal, debiendo estar
ésta en función de la magnitud del delito cometido y con la consiguiente
graduación en comparación con otros delitos en los que se producen asesinatos.
Que, a veces, el poder mediático juzga antes que los jueces, y mueve a las
masas hacia unos objetivos concretos.
También
se habló de esas imágenes publicadas en todos los medios de comunicación en las
que se veía a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes,
cuando le sometían a un registro por un hurto en un centro comercial, algo que,
unido al escándalo de la posible falsificación del título de un máster, fue
determinante para que presentara su dimisión a los cargos que ostentaba tanto
en la Presidencia de la Comunidad como en el partido.
En el Bar Lekus el
camarero se acerca a la mesa y te dice qué es lo que hay para almorzar y,
aunque admite propuestas para la composición del bocadillo a gusto del
consumidor, la oferta de productos es poco variada y no sirven el tradicional
cremaet; algo casi obvio, pues no es la típica taberna de pescadores ni
huertanos, sino más bien uno de tantos bares en la gran avenida de más tráfico
de la Ciudad, donde mantener en su terraza un
tema de conversación puede ser misión imposible si no es gritando. Eso
sí, la sepia a la plancha - bocadillo por el que se decantaron todos los
Buidaolles - estaba bastante aceptable; tal vez hubiera resultado mejor si
hubiera ido acompañada de un pan más crujiente y fácil de deglutir, algo
difícil de entender teniendo en cuenta que al bar le separa solo la pared medianera
con una panadería de buena pinta.
El
Bar Lekus, a pesar de que ofrece un producto a buen precio, no podemos
situarlo, ni de cerca, a la altura de otros templos gastronómicos del casco
urbano o del extrarradio de la ciudad, de los que podemos dar fe en este blog.
No obstante, la contaminación acústica - y en menor grado también
ambiental - no impidió que Los Dalton Buidaolles se esforzaran en mantener su
animada tertulia, recordando míticas películas de Berlanga y sus insólitas
manías de coleccionista. También se habló de las actuaciones musicales
previstas para el mes de julio en Valencia, sobre todo aquellas de cierto
renombre.
La música y el cine sirven de
nexo a este grupo de “maduritos”, que,
un tanto anclados en los psicodélicos años setenta, se atreven a parafrasear
aquello de que “cualquier tiempo pasado
fue mejor”.
Darío Navalperal