El distrito de Jesús
es el nombre que recibe una zona muy poblada al suroeste de la ciudad, formada
por diversos barrios e integrada dentro del casco urbano. Toma su nombre de la
Iglesia de Santa María de Jesús y del convento anexo, aunque esta se encuentra, por
escasos metros, dentro del distrito de Patraix.
El
Bar-restaurante Manicomi es un lugar especial, distinto a cualquier otro bar,
tasca o mesón de los hasta el momento visitados. Su originalidad parte de su
propio nombre, pues de todos los lugareños es conocido el antiguo manicomio que
se encontraba en la zona, junto a la iglesia y convento; aún permanecen parte de
sus instalaciones en estado ruinoso, y alguna zona rehabilitada y convertida en
centro de salud y otros organismos públicos. El sanatorio psiquiátrico
provincial fue fundado por el Padre Jofré, de quien tomó su nombre, en el año
1.409; el más antiguo del mundo según el diario El País.
¿Qué decir del
Bar-restaurante Manicomi? Ningún lugar de los visitados hasta el momento se
parece a este. No busquen aquí la típica taberna de huertanos o pescadores que
durante lustros se abarrota en horas punta de almuerzos y otros festejos
gastronómicos. El clima acogedor de Manicomi se produce por su música ambiental
suave y relajada - fundamentalmente de jazz-, y su decoración con motivos también
musicales. Lugar para charlar, para leer mientras esperas
o, simplemente, para recibir ese alimento del alma que es la música. Un sitio
que enganchó, nada más entrar, a Los Buidaolles; tan amantes y seguidores de la
buena música. Un local ideal para relajarse; para calmar esa vida loca que
llevamos, sin darnos cuenta, con el pulso de lo cotidiano.
Pero
Manicomi es algo más. El toque elaborado de sus productos, también marca la
diferencia con respecto a otros establecimientos; aquí la cantidad no es lo
importante, pues su cocina se centra más en la calidad, en el detalle, en la presentación,
en distinguir sus productos con respecto a otros de la competencia… Todo esto
es lo que hace que el eslogan que pone en el rótulo de la entrada: “bojos pel menjar”, se convierta en un
axioma que hace honor a la realidad. Los
Buidaolles tuvieron la oportunidad de degustar su espectacular bocadillo de la
casa. Una autentica locura; no por el tamaño, sí por la extravagancia de su
mezcla. ¿Quién podría pensar que el maridaje de calamares a la romana con
morcilla iba a resultar tan explosivo? Esos paladares tan refinados que nunca
se atreven a comer a la vez carne y pescado, podrían quedar casi extasiados al
experimentar las sensaciones que ese producto, tan maltratado como la morcilla,
es capaz de crear cuando se combina con el crujiente calamar
rebozado. Como ya se dijo en su momento: la morcilla ¡gran señora!
digna de veneración, ilustre y rica, pero si la traidora pica o se repite, ya
no es tan bien recibida. En este caso, acompañada por una salsa rosa – en contrapunto
al tradicional all i olli – le daba un toque especial a un bocadillo de pan blando
recién hecho, al estilo del famoso Mollete de Antequera.
La prestancia y
dedicación se manifiesta también, en este templo del buen yantar, en
la elaboración de su cremaet. La canela en rama, el café, el limón, el ron…se
perciben por separado en su justo punto de calor, color y sabor. No en vano
podemos observar aquí en esta foto cómo se quema el alcohol en el acto, lo que
le da al producto su toque de calidad al ser reciente.
Otros
detalles de este establecimiento son: el obsequio de un chupito o una galleta
para el café o cremaet, o, simplemente, el hecho de que el cocinero salga a
interesarse por nuestro grado de satisfacción.
¿Quién se atrevió a
decir que Los Dalton Buidaolles eran una sociedad gastronómica exclusiva de
hombres? Aquí podemos ver en esta foto que no es cierto, pues en el almuerzo de
este día podemos observar la grata presencia de una compañera, quien también se
quiso unir por unos momentos, a la habitual tertulia en la que, ese día,
abundaban más las bromas y las risas que los temas de reflexión.
Un día más, un
viernes más… en un lugar original e insólito de los que, en ocasiones, esta
ciudad puede sorprenderte, sin necesidad de buscar establecimientos de gran
renombre o con estrellas michelín.
José
González Fernández
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