sábado, 2 de octubre de 2021

Bar La Altruista-Casa Floren, C/ Castellò, 2 Tabernes Blanques (Valencia) (1-10-2021)

  Después de que las diluvianas fuerzas de la naturaleza -como cada año por estas fechas- ejercieran su acción en semanas anteriores, se disfrutaba ahora de la templanza habitual del veranillo de San Miguel.

 

            La fresca mañana invitaba a los ciudadanos de Valencia a salir de sus aposentos y romper su letargo matinal moviendo el esqueleto con algún deporte al aire libre o, simplemente, caminando.

           

            Ese día primero del mes de octubre, Los Dalton Buidaolles salían de la ciudad para dirigirse, una vez más, a la localidad de Tabernes Blanques; la última vez que visitaron esa localidad fue el 14 de septiembre de 2018, cuando estuvieron en el restaurante La Estela. Cuatro años habían transcurrido desde entonces, sin embargo, permanecía intacto el ánimo de un grupo que anhelaba la llegada de san viernes para dar rienda suelta a su propensión por los deleites gastronómicos. Esta vez, con la inestimable presencia de una de las chicas Buidaolles. Nadie podrá decir ahora que este es un grupo cerrado hacia el otro género; aunque, eso sí, en las tertulias, la presencia femenina les haga ser más comedidos en su comportamiento y expresiones orales.

 

            Esta vez el esmorzaret tocaba en la terraza del Bar La Altruista, también denominado Casa Floren. Su denominación procede del nombre de la asociación cultural “La Altruista” fundada en 1905 como sociedad de socorros mutuos, pero en 1928 quedó configurada como una sociedad cultural y recreativa, un nombre que no dejaba de ser un sofisma que ocultaba lo que, en realidad, es un casino. No obstante, allí tiene también su espacio la biblioteca pública municipal. A lo largo de la historia ha tenido distintos usos, pasando a ser, en la Dictadura Franquista, un edificio de Falange Española. Posteriormente se celebraron en él diversos conciertos y fue la sede de la Banda de Música municipal de Tabernes Blanques. El edificio fue destruido y se reconstruyó en el año 2010, albergando en la actualidad un centro social y cultural y el bar de Casa Floren.

 


Casa Floren no se distingue, precisamente, por ser uno de los mejores sitios donde poder almorzar, ni siquiera de los mejores de Tabernes Blanques. No ofrece gran variedad de productos y algunos de ellos no son de gran calidad. Por ejemplo, el bocadillo de carne de caballo –que se identifica como el especial de la casa-, tal vez sea elaborado con la de un animal con muchas carreras a sus espaldas, incluso ¿quién sabe? quizá proceda de otro cuadrúpedo que no llegue ni siquiera a ser rocín, pues su correosa carne se resistía a los más afilados incisivos.  Además, las patatas fritas del bocadillo, son congeladas, y la guarnición de ajetes tiernos dejaban en el paladar cierta acritud, como si llevaran largo tiempo en las bandejas calientes. Además, las múltiples equivocaciones de la camarera dieron lugar a algunos se comieran bocadillos con la guarnición que no habían elegido. No obstante, el de chipirones sí satisfizo a los comensales que optaron por él.

 

            Aquel día, el tema de conversación fue la erupción del volcán de Cubre Vieja de la Palma, que había sepultado miles de hectáreas de cultivos y viviendas al paso de su lava. Con el sentimiento y la solidaridad hacia el Pueblo Canario, la conversación discurría con estupor al observar, en directo por televisión, el cambio orográfico de la zona y el gran número de personas que han visto cómo se perdían todas sus posesiones.

            A veces explotamos cual volcanes, y por las fumarolas de nuestras oquedades dejamos salir los excesos en forma de ira, de rabia, de dolor… La represión acumulada, propicia la incontinencia verbal, y en ocasiones física. Nos transformamos y nos convertimos en el animal guardado en nuestro subconsciente, ese otro yo del que constantemente huimos, pero con el que volvemos a reencontrarnos en alguna ocasión. Tal vez el corazón de la tierra también se sienta maltratado, y de vez en cuando aproveche algún resquicio para derramar su sangre sobre nosotros.

 

            El tiempo no parecía transcurrir en este grupo de compañeros, y sin embargo amigos, cuya hedónica afición consiste en disfrutar al máximo de los manjares que la vida ofrece y, sobre todo, de esos momentos únicos y entrañables que se viven en sus encuentros semanales.

 


 

 

Darío Navalperal