viernes, 1 de diciembre de 2017

Bar-restarurante Les Tendes, Almàssera, Valencia. (01-12-2017)




            Durante los últimos días, los fenómenos meteorológicos se habían estado preparando para darle la bienvenida al invierno; los parques con los árboles medios deshojados y, en algunas latitudes, los blancos tejados, daban fe de ello. Sin embargo en Valencia, tan solo unas tímidas gotas de agua, a mitad de semana, se atrevieron a calmar la sed de una tierra resquebrajada, sin llegar a evitar la tendencia preocupante del declive de las reservas hídricas.  La sed de justicia que también se dejaba sentir en los ciudadanos y en las conciencias de los gobernantes, al reconocer que esta Comunidad Autónoma era la peor financiada de España.

 


No obstante, el frío polar obligaba a Los Dalton Buidaolles a abrigarse y, en algunos casos, a cubrir sus testas, cuando se dirigían al extrarradio en la parte norte de la Ciudad; al Bar-Restaurante “Les Tendes” , en la avenida del Mar, 59, de Almácera. Una localidad que se encuentra rodeada de huerta cultivada en un 72%, aunque tan solo el 5% de su población permanezca ocupada en el sector agrícola.
 
 Les Tendes es una alquería que se encuentra a menos de un kilómetro del núcleo de población, en plena huerta. Sus propietarios han querido conservar la estructura de la típica casa huertana con tienda – de ahí su nombre - o almacén hortofrutícola, en un establecimiento con dos ambientes: por un lado el bar en lo que se supone fue, en su día, la vivienda, y por otra el restaurante, en lo que debió ser el almacén de frutos recolectados. Sin embargo, la austeridad de los típicos techos de vigas de madera, se ha intentado cubrir con un trampantojo que imita a la obra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, eso sí, solo se trata de una fotografía en un lienzo tensado, pero que le proporciona cierto toque de distinción y glamour. Todo ello rompiendo estilos, y combinando las antigüedades de aperos de labranza e instrumentos de uso tradicional, con aparatos tan actuales como las consolas de aire acondicionado o ventiladores. 



Como si se tratara de una aparición mariana, asombrados quedaban algunos Buidaolles al contemplar tal mezcolanza en un local, que más se parecía a un museo de artes y costumbres populares que a un bar. ¿O tal vez era el miedo que imponía esta cabeza de morlaco a pesar de estar disecada? No en vano, había sido colocada estratégicamente junto a la salida de emergencia, por si alguien al verla se indisponía del susto y se veía abocado a salir corriendo a desahogarse en plena huerta, por seguir manteniendo la costumbre tradicional de hacerlo al aire libre. 



            Este establecimiento, ha sido premiado – al igual que Marvi y Cent Duros, visitados en ocasiones anteriores – con “El Cacau d’or” en su tercera edición, en la que se les reconoce como mejores almuerzos de la Comunidad Valenciana. En su carta podemos encontrar una gran variedad de bocadillos, entre los que destacamos algunos muy representativos de la dieta mediterránea; como es el caso de este tan sano de tomate, cebolla y pimientos; o este otro de lomo con alcachofas. No podíamos olvidarnos de algo tan típico en la zona como es la calabaza asada.



            También se detectó por la mayoría de los Buidaolles, que el alcohol del cremaet que aquí se ofrece, no está tan quemado como el de otros locales. Tal vez por tratarse de una zona de clientes huertanos, a quienes la costumbre les lleva a empezar la mañana con ese calor que esta bebida proporciona, para soportar el frío y húmedo viento que suele soplar en la planicie, cuando el trabajo no está cercano al cobijo de edificación alguna.



            Todos parecían coincidir también en que, a pesar de que en Les Tendes se da un buen precio, no es de los mejores establecimientos donde se puede degustar el esmorzaret. Posiblemente sea más “el ruido que las nueces”. Sin embargo, hay que reconocer que el premio es merecido por el hecho de conservar el local como hace cien años: con sus techos, sus paredes, su solería… y todo aquello que sirve para rememorar la grandeza de una tierra que tanto bien le aportó a la zona y de la que una parte importante de la Península se abasteció.





            Este viernes, no se sabe si por el efecto relajante del cremaet o por la cercanía del puente de la Constitución, parecía que las aguas estaban más calmadas; al menos nadie se alteraba demasiado en la tertulia, en la que fundamentalmente se volvió a hablar de música: de la de hoy y de la de ayer, de los ritmos que nos excitaban y de las canciones “moñas” que entonces nos enamoraban. Todo ello en una buena sintonía y sin olvidar uno de los mejores ejercicios: la risa, esa terapia que te recupera y, por unos momentos, hace que desconectes de todo tipo de preocupaciones y afrontes la realidad con más optimismo.



José González Fernández