jueves, 20 de octubre de 2016

INTRODUCCIÓN 

      Las costumbres gastronómicas varían mucho según el territorio, los tiempos, las circunstancias sociales y las tradiciones culinarias de los ciudadanos. En las zonas más frías, o en aquellos momentos; cuando la crudeza del invierno se deja notar, se suelen ingerir alimentos con un mayor aporte calórico. No en vano, en el norte de España es habitual hacer una comida mucho más copiosa que en el sur.

     Los hábitos del lugar influyen también mucho en los momentos, en las cantidades y en los productos de la ingesta. Así, lo que en unas zonas de España se denomina  desayuno, en otras es almuerzo. Sin embargo, en determinados lugares, almuerzo es la comida que se hace a medio día, entre las trece y las dieciséis horas, aquella que divide la jornada laboral entre la mañana y la tarde.

     La relación existente entre la hora del almuerzo y la profesión que se desempeña, es también variable, pues en aquellas en las que el trabajador inicia su jornada laboral antes del amanecer, la hora del almuerzo no supera a las diez de la mañana. En estos casos, es de suponer que ya se ha realizado un ligero desayuno en casa antes del inicio de dicha jornada. En realidad, su propio nombre indica que es la primera comida que se toma después de dormir, y deriva del hecho de que no se come mientras se duerme, con lo que se rompe ese ayuno. Por tanto, el almuerzo es la segunda comida del día, teniendo diversa consideración temporal: en algunas zonas es lo que se toma por la mañana, entre el desayuno y la comida, sin embargo en otras, es lo que se toma a medio día o a primeras horas de la tarde, constituyendo así la comida principal del día.

     En cuanto a su etimología, la palabra almuerzo procede del latín “admordium, mordisco”, lo que popularmente se entiende como “tomar un bocado”. Ello supone hacer un receso en la jornada laboral para reponer fuerzas, una interrupción de la misma que, por lo general, no supera los treinta minutos.
En Valencia, con una tradición huertana, existe desde antaño la cultura de “l’esmorzaret”, algo único en España que genera una afluencia importante de clientes entre las nueve y las doce de la mañana, con un impacto social y económico muy importante en la economía de la Comunidad. Mientras en otros lugares, unos se conforman con un café y, a lo sumo, media tostada o un croissant, en el territorio levantino se comienza abriendo boca a media mañana con: encurtidos, frutos secos, papas bravas y, obviamente, el bocadillo de treinta a cuarenta centímetros de longitud que puede contener una gran variedad de productos. Todo ello, regado con una fría cerveza. Además, siempre al final, llega el café sólo, con leche, cortado o bombón.

     Pero también el almuerzo suele ser de mesa y mantel y, dependiendo de los lugares, de mayor o menor refinamiento. Por eso, a veces, nos encontramos con algunos bares cercanos al puerto donde se consumen fundamentalmente raciones de pescado frito, marisco y todo tipo de moluscos, y en municipios muy cercanos a la capital, se ofrece el tradicional “all i pebre”: un guiso cuyo principal ingrediente es la anguila que se cría en la albufera valenciana.

     En otros establecimientos es frecuente degustar la carne de caballo, tortillas de patatas o huevos fritos con embutido de la zona.

    Auténticos santuarios especializados en esta cultura gastronómica, capaces  de mantener viva la tradición de origen humilde. Una fuente inagotable de negocio, gracias a esa costumbre que se extiende ya a todas las capas sociales,  no exclusiva de los trabajadores para hacer un receso en su jornada laboral, también los jubilados; quienes aprovechan para encontrarse allí con amigos y antiguos compañeros de trabajo. Una sana tradición en la que  participan muchos de los numerosos turistas que cada día visitan la ciudad.

    Todos los viernes del curso escolar, a las diez de la mañana, un grupo de profesores del Centro Integrado Público de Formación Profesional “Ausiàs March”, coinciden en un hueco de su horario a esa misma hora furtiva, y fieles a la tradición, deciden acudir a los templos gastronómicos más populares de la ciudad y de las localidades limítrofes; a aquellos negocios de hostelería de contraste paisajístico y de amplia diversidad en el espectro social.  En este sentido visitan, tanto los locales que se encuentran en el centro de la ciudad o en su casco histórico – frecuentados por turistas, empleados de banca o ejecutivos de empresas -  como aquellos otros localizables en polígonos industriales y pueblos cercanos – en los que se suelen dar cita: camioneros, albañiles, pensionistas, entre otros colectivos –

     La génesis del grupo, - que no es de rock, ni de remo, ni de ciclismo, ni de timba de cartas, y que ha ido creciendo en su número de componentes -  surge hace algunos años con cuatro miembros, autodenominándose “Los Dalton Buidaolles”. Dalton, por su estatura en escala y porque su objetivo no era atracar bancos, pero sí procurarse un atracón. Buidaolles, es explícito en sí mimo, pues su traducción al castellano significa “Vacíaollas”.

     Deciden celebrar así la llegada de “San Viernes”, y nace la idea de esta guía gastronómico-turística del almuerzo valenciano, que no pretende ser otra cosa que una crónica  del hedonismo en el buen yantar y, de paso, servir de referencia a todas aquellas personas que visiten la ciudad, así como a los nativos o residentes que deseen conocer más a fondo las costumbres, la cultura  y el entorno monumental o de paisaje rural donde se hallan estos típicos y genuinos locales.

José González Fernández